Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat
Día 6
Estoy tratando de saltar una reja. Tomo distancia, corro y salto. Con las garras trepo y la reja desde el fondo de la tierra crece, me empuja y me vuelve a dejar en el piso. Voy de nuevo. El ruido ensordecedor que hace cuando crece es insoportable. Tomo distancia, me doy a la carrera, salto y clavo las garras al hierro. La muy hija de puta vuelve a crecer, me empuja y me tira al costado de la cama. Suena el teléfono. Tengo el brazo dolorido por el golpe contra la mesa de luz.
Yo: -Hola
Ella: -Hola, ¿afinador?
Yo: -Sí
Ella: -¿Atiende en el conurbano o sólo en Capital?
Yo: -Depende. ¿Dónde sería?
Ella: -Burzaco, cerca de la estación
Yo: -Sí, voy. Le cobro un plus por el viaje
Ella: -No es problema
Me toco el brazo mientras hablo con la mina. Se escucha de fondo un pibe que canta. Un pibe, chiquito, un pibito. Ella habla conmigo y se ríe del chaboncito. Qué mierda la gente feliz.
Tren Roca. Pasan las estaciones una atrás de otra. El tren por algún motivo no para en ninguna. Recién en Burzaco se detiene y todos los pasajeros descienden ahí. Cumbia. Tortillas. Vendedores de tomates. El paraíso. Camino unas cuadras, no sé cuántas son, tengo un dibujito con las indicaciones que me dió la mina para llegar. Llego al toque. Toco timbre.
Ella: -¡Alberto! Te estábamos esperando. Yo soy Valentina.
Yo: -Mucho gusto
Tiene el brazo tatuado. Atrás viene el pibito que cantaba. Se ríe. Tiene un libro. Me lo da y me agarra la pierna. Me quedo ahí, no sé bien qué hacer con los niños, nunca supe. El pibe me pellizca.
Ella: -Rayo, dejalo a Alberto que tiene que ver el piano
¿Rayo se llama? ¿Rayo le puso al pibe? ¿Rayo? Listo.
La sigo por un pasillo hasta el cuarto donde está el piano. Ah, la puta que me parió. Esto no puede estar pasando. Hay dos pianos. En uno de ellos está trabajando Julio. Listo. Estoy en el infierno.
Ella: Alberto, le presento a Julio. Como tenía que arreglar los dos pianos, averigüé y me dieron muy buenas referencias de los dos, así que matamos dos pájaros de un tiro y los hacemos el mismo día ¿Qué tal?
Dice eso y sonríe y el pibe Rayo se sienta en el borde de la escalera a leer y canta algo que no entiendo. Julio se da vuelta, se limpia la frente con su trapo roñoso y me da la mano, como si no me conociera.
Julio: -Un gusto amigo
De pronto me avivo. Miro sus herramientas y ahí está: mi taladro. Listo. Hoy lo recupero. Valentina sale del cuarto. Me pongo a trabajar con el piano que me toca. Suena horrible, tiene algunas cuerdas cortadas, polillas, todo mal. Siento la mirada de Julio sobrándome por todos lados. Me pica el cuerpo. Ese olor a viejo de mierda que tiene me descompone.
Julio: -Esta chica, ya terminé
¿Ya terminó? ¿Ya? ¿Cómo hizo? Seguro llegó antes. O le dieron un piano que estaba bueno. O no, seguro que él eligió el piano y me dejó el hecho teta. Julio y la re concha de tu vieja.
Vuelve Valentina con Rayo.
Ella: -¡Qué bien Julio! ¡Qué velocidad!
Julio: -¿Quiere que lo pruebe?
¿Que lo pruebe? ¡Qué va a probar si es un bruto! ¡Si tiene los dedos como chorizos! ¡Qué va a probar el piano!
Julio toca. Es un ángel. ¿Cuándo aprendió a tocar así este hijo de puta? Me quiero morir. Ni siquiera saqué mis herramientas del bolso y Julio no sólo terminó y guardo sus cosas -incluyendo MI taladro- sino que prueba el piano y suena de puta madre. Me siento en la escalera. Rayo me pega con el libro en la cabeza. La madre no lo ve porque está hablando con Julio. Ah claro, son amigos ahora. Rayo no para de pegarme con el libro en la cabeza. Tiene fuerza el pibe. Me está re cagando a palos. Claro. Por eso se vienen al conurbano a tener hijos, para que no muera tanta gente en la crianza de estas bestias. Me da de lo lindo. Listo. Me desmayo.
(…)
Negro total. Valentina habla… No sé, creo que es ella…
Ella: -Alberto, váyase. No arruine mi sueño, por favor, váyase que Julio arregla todo. Imaginesé el quilombo que me trae si se queda muerto acá en mi casa. Vamos Alberto, levántese y váyase que este es mi sueño.
Ruido del infierno. La reja. Caigo de nuevo contra el piso. Me duele el brazo. Salto otra vez y la reja de mierda me expulsa por el aire. Ruido, teléfono. Listo, me despierto. Cuando como cebolla de noche me pasan estos sueños de mierda.
Yo: -Hola
Ella: -Hola, ¿afinador?
Yo: -Sí
Ella: -¿Atiende en el conurbano o sólo en Capital?
Yo: -Depende. ¿Cómo te llamás?
Ella: -Valentina
Yo: -No piba. A Burzaco no voy más
No sé si la autonomía es tan buena idea. Tal vez en un tiempo tenga que volver con el forro de Julio.
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