REVISTA EL SORDO

Diario íntimo de un afinador – Día 7

Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat

Día 7

Tres clientes que no me pagaron y uno rechazado por un sueño premonitorio. No estoy bien de la cabeza. Tengo que reorganizarme porque así no se puede más. No tengo un peso. ¡Tres clientes a los que no les pude cobrar! ¿Qué mierda me pasa?

Suipacha. Me paro frente a la puerta, miro el cartel con la numeración. 78. Me resulta familiar desde que me la mencionaron al pedir el turno. De pronto sale como un rayo enojado una mujer menuda, algo mayor, vestida de negro. Me lleva por delante pero sólo yo lo noto. Ella sigue. La escucho murmurar. Lleva un ramo enorme de ortigas.

Mujer: -Arrastrada. Arrastradarrastradarrastrada…

Loca de mierda.
Entro. Pasillo largo que termina en un hall con escritorio de recepción que comunica con tres puertas y una escalera de madera. No hay nadie. No hay sillas para sentarse. Sólo el escritorio vacío. Espero ahí parado. No pasa un minuto, se abre una de las puertas y aparece León. Qué nombre.

León: -Hola Alberto, podés pasar

Entro al consultorio. Me siento en un sillón frente a él. Nos separa una mesita enana. Hay una jarra de agua y verla me da sed pero no sé si estará bien tomar agua en estas ocasiones. Uh, la puta madre, ya me estoy enroscando como una mina. Menos mal que vine. Necesito ayuda. El tipo está ahí sentado, no me habla. Me mira. Bueno, lo miro yo también. Le voy a aguantar la mirada, a ver si piensa que soy un cagón. O a ver si piensa que soy puto. Uh, ¿será que soy puto? La puta que me parió, ¿soy puto y no me di cuenta? Bueno, más puto será él, con esos zapatos azules… Ese bigote finito es re de puto… Uh, la puta madre, estoy encerrado con un puto. Mirá los lentes que usa, son re de puto. Me quiero matar. Y se llama León. Seguro que se llamaba Roberto o Jorge y él muy puto se hace llamar León. Por fin habla.

León: -Bueno, empecemos por tu infancia
Yo: -¿Qué cosa?
León: -Contame algo de vos cuando eras chico. ¿Cómo eras? ¿Cómo ves a la distancia al niño que fuiste?

¿Al niño que fuiste? ¿Niño? Yo fui un pibito, no un «niño». Uh este puto se hace el centroamericano.

Yo: -No sé. Era un pibe normal… Común…
León: -¿Tenías muchos amiguitos?
Yo: -Sí… Bah, no. Tampoco tantos. Algunos tenía… Dos, tres…
León: -¿Te sentías integrado?

¿Integrado? Qué dice este chabón. Qué sé yo. ¿Integrado a qué? Respondo algo, no sé qué, sin pensar mucho digo algo. La puta madre, por qué habré venido. Ahora encima le voy a tener que pagar por esta pelotudez. Este puto es un chorro. Si lo que yo necesito es poder cobrarle a mis clientes. Quién me mandó. Esto de la terapia es re de putos. Espero que nadie me vea salir de acá, la puta madre…

León: -¿Te hicieron buling alguna vez?
Yo: -¿Buling? ¿Eso que le hacen a las gordas?
León: -Contame Alberto, ¿por qué creés que el buling es sólo algo que le hacen a las chicas rellenitas?

A las chicas rellenitas dijo. Ah, dale, sos re puto y me estás tratando de puto y de gordo. ¿Me estás diciendo gordo puto en la cara? Me estás diciendo gordo puto en la cara. Ah, te fuiste a la mierda. Si me quedo te re cago a trompadas. Por puto, pero más por atrevido que por puto.

Yo: -No, flaco, te fuiste a la garcha. No me tratés de gorda que yo siempre fui flaco y puto ni cerca eh…

Me levanto y le tiro los 300 pesos en la mesa. Salgo dando un portazo. El chabón no sé qué me dice, grita algo mientras me voy. Lo escucho de atrás pero ni me doy vuelta. Llego a la esquina y paro un taxi. Má sí. Si son 300 que sean 350 y que alguien me saque de ahí rajando.
Llego a casa, saco la billetera para pagarle al taxista. No, no la saco. La busco, pero no la saco porque no la encuentro. La concha de mi vieja.

No sé si la autonomía es tan buena idea. Tal vez en un tiempo tenga que volver con el forro de Julio.

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