Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat
Día 9
Hombre: -Hola
Yo: -Hola
(…)
Hombre: -Hola
Yo: -Hola
(…)
Hombre: -Hola
Yo: -Hola
(…)
Hombre: -¿Afinador?
Yo: -Sí
Hombre: -Ah, disculpe. Me equivoqué de número
Corta.
Hoy sí que va a ser un día de suerte. Ocho en punto de la mañana Lin Cia toca el timbre. Ya me explicó que Lin es el apellido y Ciá el nombre, que ellos lo usan al revés, pero que igual le gusta que la llame por el apellido.
Lin: -Argentinos llamarse por apellido, resulta gracioso para Ciá. Puede llamarme Lin, como si llamara a mi padre
Ella nunca me preguntó cuál es mi apellido. Me llama jefe, o jefe Alberto cuando discutimos de plata. Salgo por el pasillo de casa y ahí está, parada en la vereda con una bolsa de pan.
Lin: -Pan perdido de ayer, no vende hoy, traje para jefe Alberto
Agarro la bolsa, ella hace una reverencia. No quiero volver a entrar, así que lo escondo en la casilla del medidor de gas de la puerta que está vacía. Por una denuncia de una vieja de mierda, nos cortaron el gas a todos y se llevaron el medidor. Andá a saber cuándo vuelven a ponerlo…
Hoy Belgrano, barrio chino. Menos mal que voy con Lin. Subte D. Caminamos las cuadras que faltan. Pasamos el arco de entrada. Lin no mira para los costados, va recto, parece un androide. Llegamos a la puerta de la casa. Un jardín enorme al frente y la casa al fondo. Tiene una rejita de madera baja, cañas, cemento, piedras, un arroyito falso que baja por una cascada, un laguito con plantas acuáticas, un puentecito. Es una mansión. Estos chinos vienen a hacerse ricos acá. No hay timbre, hay como un colgante de cañas con un hilo que las hace sonar. Bueno, qué sé yo, las hago sonar. Desde la casa sale un chino. Está en kimono. Listo. Se va acercando y me doy cuenta de que no es un chino, sino un chabón, un común, un argentino.
Falso chino: -Bienvenidos. Les voy a pedir por favor que al llegar a la casa dejen sus zapatos al costado de la puerta, en los huecos indicados para ello.
Nos abre la rejita, entramos. Se adelanta y empieza a caminar. La china ni me mira, encara atrás del chabón y yo la sigo. Al llegar al hall de entrada los dos se sacan los zapatos y yo pienso que tengo las medias rotas, que tengo olor a pata, que por qué carajo este hijo de puta me hace sacar los zapatos. Me los saco. Entramos.
Yo: -¡Ay, la puta que lo parió! ¿Qué es eso?
Falso chino: -Alberto, por favor, ese modo de hablar no es bienvenido en mi casa
Yo: -Pero tenés un oso chabón…
Es la casa más impresionante que ví en mi vida. El tipo tiene un panda. Un panda. Vivo. Ni Susana se lo cree. Le da unas cañitas y el oso se tira en una alfombra de yuyos. Todo piedras, agua, cascaditas… Todo más joya que la mierda. Es un ambiente grande que tiene todo. Menos piano.
Falso chino: -Les pido que antes de avanzar me sigan. Tenemos que cumplir un recorrido para que la energía que ustedes traen circule y no se estanque.
Nos hace caminar en círculo, esquivando jarrones, piedras, sillones, estatuas… De reojo no le quito vigilancia al panda. Damos una vuelta, dos, tres…
Yo: -Disculpame, ¿el piano dónde está? ¿Cómo es tu nombre?
Falso chino: -Vengan. Podés llamarme Wen.
¿Wen? ¿WEN? Si este se llama Wen yo soy Blancanieves. Este es más Carlos de la Paternal que la mierda… Wen…
Wen nos lleva a un cuarto, el único ambiente separado de la casa. Abre la puerta. Listo es un pelotudo. Es un cuarto pequeño, con un olor a humedad que mata, un concierto de goteras y un aire acondicionado enorme tirando frio a morir y apoyado arriba del piano. UN AIRE ACONDICIONADO APOYADO ARRIBA DEL PIANO.
Yo: -Flaco, vos sos un hijo de puta, ¿Cómo tenés un aire apoyado arriba del piano?
Wen: -No me quedó otra, es el único lugar de la casa que puede tener elementos electrónicos, con algo tengo que pasar el verano…
Yo: -¿Pero vos sos de alguna religión?
Wen: -Yo sigo las leyes del feng shui, pero en una versión postmoderna. Soy feng shui free style
Cia, que hasta el momento se había mantenido a mi lado, se da media vuelta y sale del cuarto. Yo me quedo con el tipo.
Yo: -Pero ¿vos sabés que no podés apoyar un aire encima de un piano? ¿Lo hacés por negligente o sos pelotudo de nacimiento?
Listo, me indigné. Lo quiero cagar a trompadas.
Wen: -Alberto, no te pago para que opines sobre mis costumbres, te pago para que me afines el piano ¿Estamos de acuerdo?
Yo: -No estamos de acuerdo un carajo flaco…
Wen: -Señorita, venga, hágalo entrar en razón…
Entra Lin de nuevo.
Wen: -Señorita, dígale, yo necesito que me afinen el piano, no que opinen sobre mi vida… Toda esa energía negativa, después queda estancada en mi hogar…
Lin: -Usted energía negativa no entiende una chota de pianos. Mi jefe no puede afinar piano que va a morir. Piano que va a morir asesinado por aire acondicionado y por pelotudo falso chino, provocar mucha tristeza a jefe. Su alma llorar internamente pero su rudeza no dejar salir la emoción. Mi jefe ahora desojándose como un sauce triste por culpa de falso chino Wen. Usted Wen matar alma del piano y matar alma de mi jefe. Usted Wen ser asesino. Energía de asesino queda para siempre en la casa, ni panda puede lavar energía de asesino
Wen rompe a llorar. Lin no se mueve. Yo no entiendo cuáles son sus planes. Wen sale. Nos quedamos ahí. La china me mira y me guiña el ojo. Pará, ¿me habrá guiñado el ojo? ¿Esta china sabe lo que es guiñar el ojo? No, debe haber sido un acto reflejo. Vuelve Wen con una caja de madera. La pone sobre el piano -la concha de su vieja, que deje de apoyarle cosas encima-, la abre y adentro hay una pila de dólares y un tigre de cobre, o de bronce, no sé.
Wen: -Que este dinero lave la culpa de Wen y reproduzca en tus mano la suerte que mereces. Tigre te proteja y traiga salud a tu hogar.
Me da la caja. La miro a la china, me guiña el ojo de nuevo y asiente con la cabeza. Agarro la caja. Wen encara para la salida, Lin lo sigue y hago lo mismo. El panda ya no está. En el hall nos ponemos los zapatos y sailmos caminando mientras Wen nos saluda con la mano, llorando. Nos vamos caminando despacito, sin hablar…
Lin: -Jefe, no ser chinos, pero…
Para en un kiosco y vuelve con dos heladitos. Melona. Nos tomamos el subte y al pasar por el supermercado Lin me pide que la espere. Entra y regresa con un salamín picado grueso, un cacho de queso y un pan de manteca.
Lin: -Picadita jefe. Para festejo
Vamos a casa, sacamos el pan de la cabina del medidor. Entramos y Lin Cia prepara una picada. Sirvo dos amargo obreros y mientas comemos contamos los dólares. Vamo y vamo. Lin me pide el tigre. Al despedirnos con una reverencia, pienso que esta china es lo mejor que me pasó en la vida. Creo que la amo. La amo posta.
Julio, viejo de mierda, me chupás un huevo.
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