Cachalotes, patas de palo, un barco ballenero, mares negros, presagios, arpones…todo eso tiene mi tango favorito del año 2021. Sus palabras guardan una porción del mundo para divagar y viajar en la imaginación, acaso la mejor manera de vivir un poco más, de vivir un poco más allá.
Allá donde hay hombres que «sueñan/ sueñan casi como bestias/ siempre con las bestias» en el mimetismo que impone una obsesión a su perseguidor.
«La grasa y la sangre» de Miguel López por Futre (hay una gran versión también de Orquesta Los crayones) es una canción que nace de una lectura: Moby Dick de Herman Melville. Atrapar el universo sonoro de una historia es una empresa para aventureros, para los que saben viajar sentados o acostados con un libro abierto en la mano, y quieren compartir el viaje. Gracias, López.
La interpretación es despojada y profunda, cruda como un pescado recién arrancado a las entrañas del mar, tiene ruido, mugre, azotes de guitarra, un bandoneón tremendo, una voz que jadea y ruge un hastío rodeado de mar y muerte. Salpica.
Al escuchar «La grasa y la sangre», me pregunto dónde viven estas bestias. ¿En el fondo del mar, en la cubierta mugrientosa del Pequod o en nuestras orejas?