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ESCALAFANDRA
(Chismes, leyendas, cuentos y barullos de una nueva época dorada del tango)
Ilustración: Lucía Vera
Texto: Juan Seren
Black y la máquina del tiempo.
CUADRO 1
Ahí, ya suelto entre bambalinas, cuando la orquesta del maestro Hilario Crespi marcaba el primer compás de una noche inolvidable, cuando los últimos ansiosos por aquel 3 de marzo de 1957 se acomodaban entre las butacas del teatro provincial de Mar del Plata y los abucheadores del montón esperaban en el fondo de la sala por su momento de gloria, aparecía sobre el escenario Black Rodríguez Méndez; aquel joven torcán que el maestro había descubierto entre cencerros y guatacas durante sus vacaciones en las playas de la Habana. Todo luego sería entre aplausos y flores; el cantor había sellado su mágico talento hasta en los más incrédulos espectadores de la Orquesta de Crespi.
CUADRO 2
Para el lamento de muchos, al día siguiente de aquel concierto en la feliz, Crespi vio finiquitada su carrera y lo que le restaba de vida. Luego de una exitosa noche de estrenos, donde supo presentar a su rutilante cantor de temporada, el maestro fallecía de una sospechosa sobredosis, dentro de la habitación de un hotel de pocas estrellas en Santa Teresita.
Ante la vergüenza que generó dicha noticia en la industria musical, los ejecutivos discográficos y sus feroces secuaces, decidieron ocultar la primicia del mal momento a todo medio de comunicación, llevando al maestro y a todo aquello que supo construir durante décadas junto a su imprescindible Orquesta, hacia las fauces del olvido. Mejor dicho, llevando a casi todo, o a todo, menos a su cantor; aquel muchacho que no pudo volver a dar con Crespi, ni con la noticia de que había fallecido.
CUADRO 3
Black, sin embargo, mientras continuaba marcando una y otra vez el número telefónico del fallecido maestro, supo darle rienda suelta a sus musas y armarse de una prolífera carrera en solitario. Carrera que molestó a aquellos que insistían con quitarse de encima al legado Crespi y a todo su entorno. Generando un éxito rotundo desde la independencia, sin firmar largos contratos ni cumplir con las normas que las compañías disqueras del momento establecían, supo alzarse en su fama y adueñarse de la corona artística poniéndose delante de los principales espectáculos porteños y siendo records de taquilla en las boleterías.
Con teatros que rebalsaban de público aclamando por él, con cantores atemorizados por competir con una figura de tal talla, Black mantenía su buen perfil, ignorando inocentemente el enojo y la envidia de sus incorregibles enemigos. Por esa razón, y por otras tantas (durante semanas su canción “Rio Paraná” le había quitado el puesto número 1 a “Mamá estas bella otra vez” del Club del Can en los rankings radiales) los dueños de la industria decidieron tenderle una trampa y correrlo de las arcas de elite del monopólico negocio.
CUADRO 4
¿Y cómo llegaron a tal cometido?; tendiéndole el anzuelo correcto. Por la mañana de un lunes poco alentador, recibía en su domicilio la invitación a un falso evento organizado por la industria de matarifes y afines para que realice un show previo al corte de cinta en la inauguración de un nuevo frigorífico.
De este modo, lograban cerrar el tejido de una red que dejaba a Black quieto y silencioso;condenado al intenso frio de una cámara carnicera. Situación que les permitiría a los deleznables disqueros hacerse de tiempo para que alguno de sus productos musicales creciese y pudiese alcanzar las cifras records del rebelde torcán. Con un equipo preparado para someterlo a un extenso tratamiento criogenético y ya habiéndolo encerrado en la mala jugada, los ejecutivos discográficos, concluían el más siniestro de todos sus planes; ese que lo mantendría a Black, durante una buena cantidad de lustros, en un estado semi vegetativo.
Continuará…