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Me mandaron un mensaje. Me dijeron «describite en mil caracteres». No pregunté para qué, pero vi que habían puesto mi nombre en una página de internet y que me adosaban un titulo que (todavía) no merezco: «historiador». Atribuyo el error a un exceso de fe y agradezco procediendo como lo haría un científico, para abordar una cuestión espinosa: ¿quién soy? Procedamos descartando qué no soy: no soy el deportista que me gustaría ser, pese a que lo intento practicando diversas disciplinas (desde el Crossfit pasando por la pelota vasca-«ascética pirenaica» le decimos nosotros- hasta el fútbol con amigos); no soy el abogado que quería mi padre que fuera, mas bien soy un gil trabajador y lo voy a seguir siendo por un tiempo más; no creo ser el Sordo ese que encabeza la página que estarán viendo, al menos mis amigos no me apodan de ese modo aunque no comparten mi gusto musical (de Atahualpa al death-metal noruego sin escalas)… En fin, parece que no soy muchas. Vamos de vuelta. Qué si soy, o lo que muy probablemente se estarán preguntando en sus casas: «¿y este boludo quién es?». Soy un estudiante de Historia en la UBA, un graduado de la carrera de Profesional Gastronómico en el IAG, un lateral izquierdo con poca proyección y mucha mala leche, un negado absoluto para el arte, un hincha de Racing, un discutidor incansable, un pichón de investigador de la historia medieval nórdica, un abandonador serial de actividades extracurriculares (intenté aprender a tocar el bajo, el saxo, pintar, jugar al básquet, aprender italiano, inglés, nórdico antiguo -sí, posta- y mi última ocurrencia: el alemán); en fin, muchas actividades, muchos datos para el currículum y todavía no se entiende qué hago acá.
Con el afán de hacer más ilustrativo esto me pidieron una foto, así que sin arriesgar mucho pueden inducir que el boludo que escribe es el gordito de la foto, que mil caracteres al final era mucho y que no soy tan interesante como para que otro los escriba.