REVISTA EL SORDO

MONSTRUO: “Escribir canciones es fabricar antídotos para el veneno cotidiano de la realidad” – Alejandro Guyot 

Por Mauro Iuvaro – Foto por Paula Mirenda

Es una tarde fresca de abril, calentamos el agua para el mate y con Alejandro nos vamos a su estudio; una pieza repleta de libros, discos, partituras, borradores de lo que parecen ser canciones, y algún otro objeto de menor tamaño. En el centro está su guitarra, lista para que el cantor le arranque una melodía. Antes de venir acá retomé algunas lecturas como: “Brumarios”, editado en el 2009 por Enargeis, y “Canciones de Amor, de Locura y de Muerte (Tangos, Valses y Milongas del Siglo XXI)”, editado en el 2018 por Tinta Roja Ediciones – Del Sur Siglo XXI. Ambos libros son un compendio de la poesía de Alejandro Guyot. De la música que conocía, también volví a escucharla.  Puntualmente, de “Bombay Buenos Aires” (ex “34 Puñaladas”), los discos “Astiya” (2014), “Las Historias del Humo”, (2017) y su disco solista “La Guerra es Adentro” (2020). Elegí 4 canciones para romper el hielo: una de amor, otra de locura y dos de muerte. 

M: ¿Por qué elegiste ese nombre para el libro?

Alejandro: Quise parafrasear un poquito el libro de Horacio Quiroga: “Cuentos de Amor Locura y Muerte”, y pensar los temas universales a los que se ha dedicado la literatura. Me pareció divertido dividir el libro en esas tres partes y armar un tríptico temático que muchas veces no son compartimentos estancos. Donde hay amor hay algo de locura y hay algo de muerte.

M: Algunas canciones que me llamaron la atención fueron: “Capataz”, “La Sal y la Herida”, “Otro Lugar”, y “Milonga infernal”

Alejandro: “Capataz” es una música de Julián Peralta a la que yo le puse letra, y que fue componiéndose medio en vivo. Nos juntábamos con Julián en la época en la que yo cantaba y componía letras con Astillero, 2005-2006. Fui miembro fundador. Astillero se fundó como un sexteto que iba a dedicarse exclusivamente a componer música nueva. Fue una gran pregunta, “¿cómo hacemos?” Empezamos a pensar estéticas. Y este tema lo hicimos, él al piano y yo cantando una melodía que él terminó fijándola. “Capataz”, es una letra que yo hice como la pintura de un torturador de la última dictadura argentina, la más sangrienta de nuestra historia, quizás de Latinoamérica.

Dos compositores que tienen la necesidad de hacer músicas nuevas y canalizar nuestras heridas, aún abiertas. Surge “Capataz”, sumando una denuncia más a los torturadores del ’76, y “su plan maestro para cazar conejos”, de ninguna inocencia para confundir la ley y silenciar hasta el viento. 

 “CAPATAZ”


A: “La Sal y la Herida” es una milonga mía, música y letra. La había compuesto hace bastante tiempo y está inspirado en una figura que también me persigue. Es un tipo que se cansa absolutamente todo y que se va a morir a un salar. Está un poco inspirado en un cuento de Antonio Di Benedetto, un escritor mendocino, fabuloso, que escribió un cuento que se llama “Caballo en el salitral”, que tiene otra temática, pero a mí me impactó. Habla de un caballo que estaba apiolado a un palenque, y de repente un refusilo lo asusta. Se viene la tormenta, logra desatarse del susto y se mete en el monte cargando con el carro a cuestas. Termina dando vueltas concéntricas en un salar y se deshidrata. Cae crucificado por el peso del carro que llevaba a cuestas, y la osamenta dada vuelta, que es como un símbolo de la muerte, se convierte en una caja de trinos, porque viene un pajarito y hace su nido ahí. La figura del salar y la muerte de un ser vivo en un salar me impresionó mucho. Es este tipo que va marchando hacia el salar y va cantando para el mismo “no soy la sal, yo soy la herida” entonces él va justamente a curar esa herida con el salar.”

¿Acaso nuestros deseos no transitan heridos en las ciudades que habitamos hoy? De hecho, el protagonista debe replegarse a un salar para curar sus heridas; otra geografía y en solitario. 

 “LA SAL Y LA HERIDA”

En la poesía de Guyot también hay personajes que reciben la muerte de forma canallesca, clasista, e institucionalizada, como en “Otro Lugar”.

A: Es un chorro que va al centro, a la Ciudad de Buenos Aires, desde el horizonte, y termina baleado. Mientras él viene, hay un tren blanco, que es el tren de los cartoneros. Y todo el tiempo está ese horizonte, que es el afuera. Viene y termina baleado, acribillado en un baldío. 

Con poesía de Guyot y música de Lucas Ferrara, es una historia que se sitúa en el borde, el horizonte, el fin de la ciudad o el inicio del conurbano, y finaliza con la muerte física y simbólica de su protagonista, en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué viene de allí a la ciudad que necesita ser eliminado? 

“OTRO LUGAR”

También hay lugar en la poesía guyoteana para nombrar a los Otros, a los cartoneros, como el caso de Milonga Infernal”; con música de Julio Coviello y letra de Alejandro Guyot

A: Un poco estaba la imagen del Infierno de Dante, un castigo de estar cargando como su propio karma en toneladas de papel de basura, a ver si puede convertirlo en plata para comer algo, para volver a salir a cartonear.

“MILONGA INFERNAL”

M: ¿Y qué territorios menciona la nueva poética tanguera?

A: Creo que sigue describiendo esos arrabales culturales, esas zonas, que no llegan a iluminar los reflectores, las luces del «Movistar Arena, de los grandes estadios del mainstream. Sigue describiendo esa de zona grises, ese refugio cultural. Hay algo de resistencia cultural en el tango del Siglo 21 y sigue reclamando un terreno propio, como un dios. Sigue pretendiendo adueñarse de un cacho de ciudad. Esas penumbras en donde no se mueve el mainstream, ni tampoco el capitalismo en su sentido más de mercado.

M: ¿Y los personajes que habitan estos territorios?

A: Es el personaje que nace en el lugar más descuidado de la ciudad, como el conurbano. Somos un poco el yuyo de la sociedad. Somos la hierba mala que nunca muere. Siguen habiendo historias que hablan de malandras, de chorros. Yo escribí un tango para “Bombay Buenos Aires” que lo cantó Vicky di Raimondo con Lucas Ferrara que se llama “Vírgenes rotas”, y habla de una chica que cae en la siniestras garras de una organización de trata, y habla por medio de un montón de imágenes religiosas, “Vírgenes rotas molidas a palos / muchachas cansadas de tanto llorar / Mil y Una Noche les rezan un santo / que nunca las quiere escuchar / un Dios Cafishio les tiende una mano / y con ella esta trampa de un brillo mortal.” Estoy hablando de una temática que ya estaba en el tango del siglo XX; las polaquitas que traían engañadas a Argentina y acá la internaban en un prostíbulo. Les pintaban como un lunarcito, cerca de las comisuras de los labios y la prostituían vendiéndolas como si fueran francesas, hay un montón de tangos franceses. Hay un montón de historias que hablan de eso en el tango del siglo XX pero naturalizando un poco el rol es de la prostituta. Como algo propio del paisaje, de la fauna tanguera. En cambio, nuestra idea era hablar de una chica que desaparece, que no se sabe más nada. Quedó todo intacto en su cuarto; “vengan a ver como el suelo se quebró bajo sus pies”. Tiene una mirada un poco más descarnada. Ojo que en muchos tangos también había mucha crítica social. Estoy pensando en Acquaforte, en Celedonio Flores. Me parece que el Siglo 21 se expresa con ciertas crueldades que, si sos un poco sensible, no podés quedar al margen. No podés quedarte callado. 

 “VÍRGENES ROTAS”

Con música de Lucas Ferrara y poesía de Alejandro Guyot

M: ¿Qué significa escribir poesía hoy?

A: Escribir canciones es fabricar antídotos para el veneno cotidiano de la realidad, que se mete por todos lados. Las canciones son esos pequeños antídotos de tres, dos minutos, que podemos fabricar. En tiempo aciagos así, es fabricar pequeños amuletos, pequeñas pócimas mágicas, antídotos para la peste cotidiana. Para eso uno escribe poesía. Pequeñas plegarias, paganas, que uno puede cantar con la voz en la garganta y sacarse la bronca, o cantar una alegría, o festejar algún triunfo, la posibilidad de cantar palabra es prácticamente mágica. Donde uno vería un chaperío, barro, calles rotas, un adoquín roto, los perros ladrando y un paisaje urbano… hacer una gema poética de un paisaje cotidiano. Recortar un cacho de realidad y transformarla.

M: ¿Qué inspiraciones lleva tu poética?

A: Por un lado, uno es producto de lo que leyó, de lo que escuchó, de las películas que vio, las obras de teatro, su propia historia emocional, política… Borges, Cortázar, Marechal, Antonio di Benetto. También la discoteca, los discos de tango, tengo un fanatismo por Corsini, por Gardel, por Fiorentino, por Nelly Omar, por Goyeneche, Yupanqui, Mercedes Sosa, Nick Cave, Tom Waits, Palo Pandolfo, Don Cornelio y la Zona, Los Visitantes… Uno es como un bagaje que a veces entra en contradicción. En Yo tengo 51 años. Nosotros nacimos en democracia, atravesamos como pibes la dictadura, vivenciamos la primavera alfonsinista y su decepción. Después fuimos atravesados por los miedos de nuestros padres, de familiares que desaparecieron. Somos hijos de también del 2001. Uno va hacia su debut como ciudadano político y cae la Unión Soviética y caen todas las utopías, y el 2001. Somos como hijos de varias decepciones y también de varias ilusiones por venir. Hoy ya hemos transitado desde los kirchnerismos, el macrismo, el albertismo, la pandemia y ahora ésta época de Milei. 

M: Me decías hace un rato que hay que darle calor a la silla, y dedicarle horas de trabajo para la escritura. ¿Generaste algún método de escritura a lo largo de los años?

A: No. Si tuviera que nombrar un método es la sorpresa. Lo más interesante y lo más genuino es empezar a trabajar sobre el material y empezar a tirar del hilo y preguntarte: “¿qué está pasando?, ¿qué estoy escribiendo?, ¿qué historia está latiendo? Y es esa sorpresa la que me genera una curiosidad infinita. Si tengo un tema preestablecido sobre el cual tengo que escribir posiblemente no llegue a buen puerto. Pero en esa sorpresa, esa caja de Pandora que se abre, y tirar del Piolín es donde para mí está el pesto. Me pasó en “Vírgenes rotas”, de escribir, “juntó sus cosas descoloridas / y todo eso le llamo en vida / vengan a ver como el suelo se quebró bajo sus pies.”. ¿Es un chabón? y después “sobre su cama, durmió el silencio / durmió la calma, la duda impura / pasen a ver como el suelo se quebró bajo sus pies.” Cuando asomó “vírgenes rotas molidas a palos”, me di cuenta que era una mujer y que estaba bajo una situación de violencia. Muchas veces es seguir tirando del hilo mientras se está moviendo la mano, ya sea para escribir la letra, la melodía o en el acorde del bordoneo. No sé si hay un método más lindo que el azar y que la sorpresa. Me parece que el día que yo termine de fijar un método dejo de escribir. 

M: ¿Por qué elegís componer desde otros géneros como la huella, la milonga surera, el foxtrot, el landó?

A: Me parece que tiene que ver también con mi admiración por Gardel, Corsini, Magaldi y algunas cancionistas como Nelly Omar. Antes de ser cantores de tango fueron cantoras y cantores nacionales y cantaban milongas camperas, algún triunfo, algún estilo campero, zamba, canciones litoraleñas, alguna canción andina, chopsticks, foxtrot, pasodobles, canciones con aires españoles. Recuperar esa tradición del cantor criollo del cantor nacional, que también abordaba otros ritmos y otros géneros… Nelly Omar cantaba canciones con arpa paraguaya canciones litoraleñas. Corsini nació en Catania en Sicilia, y “cantaba caminito del indio sendero joyas hembras de piedra”, vestido de gaucho y haciendo giras con el circo de los hermanos Sarrasani. Un cocoliche, una mezcla milagrosa que después terminó despuntando el tango. Hay algo como de trovador criollo, que desde el centro gravitacional de la música popular argentina puede navegar hacia todos los puertos y hacia todos los mares a abordarlos siempre con un acento y una marca de origen. Gardel canta un foxtrot que es “cheating pebeta”. Canta en inglés y en francés. Y están desde el principio. Desde este lugar conecto con la tradición del cantor nacional. Como que es un género poroso y que absorbe un montón de cuestiones, y temáticas. El tango mismo tiene en su ADN algo de la habanera, algo de la Chansón francés, algo de las canciones que traían los inmigrantes gallegos, los ritmos y cantos africanos. 

Dictaduras, situaciones de trata y de gatillo fácil, pobreza estructural y la globalización que nos atraviesa a todos y todas por igual. Estas son algunas de las temáticas a las que, Alejandro Guyot, intenta sopesar con su poesía y generar, en esa alquimia, un amuleto, una pócima que nos permita nombrar, difundir y sensibilizarnos con lo terrible que habita en lo cotidiano. Si bien varias de esas temáticas no son ajenas a la tradición tanguera, la postura es distinta; no hay pizpireta en el intercambio sexual, ni nobleza en la muerte derramada en un descampado. 

Alejandro, se sitúa en la tradición de los cantores nacionales que incorporan muchísimos géneros y temáticas, y demuestra cómo el tango es un constante híbrido al que se le van superponiendo géneros musicales, espacialidades y temporalidades. De ese pesto se alimenta, escribe y canta.

Estudio de Alejandro