REVISTA EL SORDO

Diario íntimo de un afinador – Día 3

Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat

Día 3

Tendría que hacerme algún tipo de publicidad para que la gente sepa que me llamó esta minita para que le afine el piano. Si se corre la bola de esto, me van a llamar todos. Y el forro de Julio va a reventar de envidia. Viejo del orto. Sobrefacturador de mierda. Y yo todavía no me pude comprar el taladro.

Departamento en Almagro. Me abre en camisón, despeinada, la pintura toda corrida. Desastre… Hermosa. La casa es un asco. Huele a cigarrillo. Todas las ventanas están cerradas y con cortinas pesadas. No hay casi luz.

Ella: -Ahí

Señala el piano y desaparece en el baño. Escucho que abre la ducha. Antes de conocerla la había imaginado más cerca de ser una diva. Pero no. Es un oso horrible y huele muy mal, tan mal como su casa… Hermosa. Me dedico al piano. No está tan corrido. Hay un mueble con varias estatuitas de premios. ¿En qué se gastará la guita esta mina? Porque la casa es un agujero negro. Y tampoco vive en un barrio bacán. Sobre la mesa hay un paquete de cereales abierto, todo desparramado. Un vestido negro en el piso con unos tacos. Ceniceros por todos lados, todos diferentes, raros. Hay uno particularmente horrible con la cara de Chaqui Chan. En el baño la ducha sigue abierta y la minita prendio un grabador y escucha rock a todo volumen. Creo que en inglés. Es difícil trabajar así, pero tengo que hacerlo bien para que me recomiende con otros famosos, pienso. Termino el laburo. Pasó una hora, la ducha sigue sonando. Espero un poco. Pruebo el sillón. Qué pelotudo, el apoyabrazos tiene mermelada y se me pega al codo. Esta mina es un guanaco… La amo.

Yo: -Señorita, terminé
Ella: -Ahí voy

Sale del baño exactamente igual que como entró, pintura corrida, pelo revuelto pero ahora mojado, ojerosa… Hermosa. Está envuelta en una bata con ositos verdes. Tiene orejas en la capucha.

Ella: -Toque
Yo: -No, yo no sé tocar
Ella: -¿Y cómo sé que el piano está afinado?
Yo: -Está afinado, señorita. Cuando lo toque se va a dar cuenta
Ella: -Yo no sé tocar. A ver tóquelo usted y muestremé
Yo: -No, yo tampoco sé tocar. Soy afinador, no pianista
Ella: -Yo pensé que los afinadores tocaban
Yo: -No. Bueno, yo no… Yo pensé que usted tocaba…
Ella: -Y yo pensé que usted tocaba…
Yo: -No
(…)
Ella: -¿Te puedo pagar la semana que viene? No tengo un mango
Yo: -Bueno

Soy un pelotudo. ¿De repente me tuteó y perdí la cabeza? No sé por qué dije bueno. Me agarró desprevenido. Qué pelotudo por dios… Ahora me siguen faltando tres clientes para comprarme el taladro.

No sé si la autonomía es tan buena idea. Tal vez en un tiempo tenga que volver con el forro de Julio.

Sección «Diario íntimo de un afinador» completa