REVISTA EL SORDO

Diario íntimo de un afinador – Día 1

Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat

Me liberé. Por fin voy a ser autónomo. Trabajar para otro nunca tuvo gracia. Doce años de esclavitud. Creo que ya tuve suficiente. Julio, te podés ir bien a la concha de tu vieja. Viejo de mierda. Hoy atiendo a mi primer cliente particular. Ya estoy saboreando la libertad.

Día 1
Me llama un hombre por teléfono.
Hombre: -Hola, ¿Alberto?
Yo: -Sí
Hombre: -Ah, ¿cómo te va?
Yo: -Bien. ¿Quién sos?
Hombre: -Ramiro de Paternal
Yo: -No te conozco
Hombre: -Ah, no claro. Te llamo por el piano. ¿Vos sos afinador, no?
Yo: -Sí
Hombre: -Genial. Acabo de comprar un Vosenjolder
Yo: -¿Un?
Hombre: -Vosenojolder
Yo: -No afino violines, flaco
Hombre: -No, no. Un piano es.
Yo: -¿Lo tenés ahí?
Hombre: -Sí
Yo: -Leeme el nombre que dice en la tapa por favor.
Hombre: -Bö… sen… dor… fer
(…)
Yo: -¿Vos tocás, flaco?
Hombre: -No, lo compré para las nenas
Yo: -¿Cuántos años tienen?
Hombre: -Tres para cuatro y cuatro para cinco
Yo: -Ah, son chicas tus hijas…
Hombre: -¡No! No son mis hijas, son las hijas de la mina que me estoy moviendo…
(…)
Yo: -Ah. Bueno. A las cuatro estoy ahí. ¿Paternal me dijiste? Pasame la dirección exacta.

(…)

No sé si la autonomía es tan buena idea. Tal vez en un tiempo tenga que volver con el forro de Julio.

 

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