REVISTA EL SORDO

PALABRA SANTA: Julián Peralta – De Picasso, cumbias y religión

Por Renata Lemenz  

La entrevista de hoy tiene como invitado a Julián Peralta, reconocido director y hacedor de varios proyectos musicales y movidas tangueras, maestro y docente en Argentina y en el exterior. A mal puerto vinieron por leña los que buscan datos sobre esa información en esta entrevista ya que en esta ocasión intentamos indagar sobre el lado B de este músico. Esperamos haberlo logrado. ¡Bienvenidos! Pasen, pónganse cómodos y lean. 

¿Cómo fue tu infancia?

Nací en Quilmes y me crié en el otro ramal, viví hasta los cinco años en Banfield y después me mudé a Adrogué. ¿Hasta qué edad es la infancia?. ¿Hasta los 12?.

Ponele, eso se va moviendo… 

Mi infancia fue muy linda, con calles de tierra, canchas de fútbol adelante, una quinta. Estamos hablando de un terreno enfrente que obviamente tenía dueño pero nosotros de pibes íbamos a jugar, a robar gallinas, a cazar palomas, a subirnos a los árboles. Así que tuve una vida muy linda. Me acuerdo que cuando venía el verano nadie quería jugar al fútbol porque hacía mucho calor. En enero y febrero crecían todos los yuyos y las flores, entonces se llenaba de mariposas y de repente íbamos a cazar mariposas y había bichitos de luz. Así que la infancia la recuerdo así, muy de pastorear con los amigos del barrio y jugar al fútbol con los de otros barrios, como en una especie de competencia. Era muy loco porque jugábamos con un barrio y siempre ganábamos y con otro barrio siempre perdíamos, y eso estaba directamente relacionado con que más lejos te ibas de la estación más pobre se ponía el barrio y más perdías. De un lado ganabas, del otro perdías, cosas de pibes. 

¿Y qué música escuchabas de chico?

De pibe ya escuchaba mucha música. Cuando yo tenía 8 o 9 años con mi hermano compramos El valle interior. Yo tengo un hermano que me lleva dos años, entonces obviamente accedí a eso un poco más rápido de lo que sería en otros casos. Y escuchábamos música muy rara para lo que era un pibe. Mucho Floyd, Paul Desmond, David Brubeck. Qué sé yo, éramos unos delirantes, ya de muy pibes escuchábamos música muy rara y muy linda. Después escuchábamos la música de mi familia. O sea lo que se escuchaba en los ‘80. Cuando volvió la democracia yo tenía 9 años, en ese momento se escuchaban las músicas de la primavera democrática: Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Zitarrosa, Serrat. Justo Serrat no fue un boom por la primavera pero bueno, esas músicas que son las que se escuchaban en casa por mis viejos. También  un poco de tango, algo de parte de mi abuelo. Así que por suerte tuve muy buena música de pibe. Un poco se dio así y tuve mucha suerte.

¿Y cuál era en ese momento la relación que tenías con la música? Digo más allá de escucharla… 

Te podría decir que era melómano, no nos pensábamos así pero yo me acuerdo de escuchar mucha música, de estar con mi hermano encerrados  escuchando, copiando las letras y conectarnos con eso. Yo todavía soy de la cultura del vinilo entonces me tocó escuchar muchas veces los mismos temas. Y entonces me enganché a disfrutar la música, tener una relación con la música muy fuerte. 

Y además no había internet en esa época (risas)

No, no había internet. Entonces había alguien que se compraba un disco, alguno de los vecinos y nos íbamos a la casa a escuchar el disco que se había comprado, te pasabas los discos y fácil en una semana lo escuchabas 15 veces o más. Era lo que había. Se producía una escucha muy consciente, de mucha repetición, de encontrarle detalles y seguramente nosotros éramos muy manija. Obviamente tiene que ver mi hermano y también los otros pibes con los que nos juntábamos que les gustaba la música. 

Vos empezaste a estudiar piano de grande ya ¿Por qué ese instrumento y cómo se dio que empezaste a estudiar música? 

El piano es por una casualidad. Mi viejo tenía un boliche que se llamaba Viernes que lo había hecho con un amigo. Era un boliche que se hacía en una cancha de tenis. Mi viejo estaba cansado de tener que ir al centro para escuchar música en vivo, entonces para evitar eso dijo “Hagamos una peña, un bar con música” y armó eso con un amigo. Venían a tocar grupos y cuando venía algún pianista tocaba con teclado obvio, pero creo que ni a mi viejo ni a mi vieja, a ninguno de los dos, les gusta eso.. Entonces compraron un piano, uno baratísimo de una iglesia que lo tenía ahí medio tirado, y lo tenían que llevar a arreglar para poder llevarlo al lugar. El  boliche fue creciendo pero a los meses mi viejo estaba muerto de cansancio. Imaginate que él laburaba de lunes a viernes en SEGBA y los viernes se quedaba hasta el sábado a las 10 de la mañana. La pasaba bien pero en un momento abandonó porque no le daba la vida. El boliche cerró  y el piano fue a mi casa y estaba ahí, como un mueble. Después mi hermano más grande empezó a estudiar guitarra eléctrica. Y viste como es, mi hermano tocaba la guitarra y a partir de eso mientras iba caminando del living a la cocina yo tocaba el piano y me fui enganchando.

Tenés un pasado cumbiero, contá como fue ese paso por la cumbia… 

Cuando terminó el secundario empecé a estudiar con mi profe, con un pibe que era unos años más grande que yo. Él estaba empezando a laburar tocando jazz y venía haciendo unos laburos de cumbia. La cuestión es que me dijo “¿Vos lo querés agarrar? Porque yo lo quiero dejar, me están empezando a salir laburos tocando jazz”. Así que le dije “Pero vos sabés lo que toco”, me respondió  “Si, pero tenés que hacer unchi unchi y unas trompetitas”. Entonces  me mandé. Yo no había tocado nunca ni en el fondo de mi casa para mi vieja y pasé a tocar para 3000 personas así en una noche. Y el pasaje por la cumbia fue muy importante para mí, un aprendizaje muy fuerte en muchas variables. Musicalmente aprendí un montón, humanamente otro montón y como productor de música otro montón. Fue como mi primera escuela musical así que estoy súper agradecido de ese laburo de cumbia. En una época armamos un grupo que se llamaba Los garompas de peluche  y tocábamos en fiestas, en cumpleaños.

¿Pero antes dónde tocabas?

Antes tocaba en los grupos de cumbia que laburaban en la bailanta, en los boliches. Tornado, Escombro, Tentación, todos los boliches del conurbano y de Capital también, El Elefante de Once, Metrópolis, ahí estuve con Rodrigo por ejemplo. 

¿Rodrigo el que cantaba cuarteto? No me acuerdo el apellido. 

Si si, Rodrigo Bueno. Él todavía cantaba cumbia ahí. Y con Gilda también compartimos fecha. También con Lia Crucet, con Antonio Ríos.

Bueno, había una movida importante de cumbia…

Si, lindo y estresante. Ahí te das cuenta por qué la gente se muere en los micros. Yo nunca estuve en grupos súper exitosos con 11 shows por noche pero llegué a hacer 5 o 6. Y nada, tenés que ir a velocidad en la ruta. Es una logística súper linda y ahí te digo que son cosas que aprendes. Me acuerdo de sacar la camisa por la ventana y secarla, tenía dos juegos de camisa e iba secando la que me tenía que poner en el show que seguía. También pasaba que había dos juegos de sonido encadenados entonces había uno que preparaba el sonido en el boliche 1 y otro lo estaba preparando en el boliche 2. Cuando vos llegabas al 2, el del 1 salía para preparar el del 3 y así. Era toda una secuencia así muy interesante. Aprendí mucho en muchas variables.  

¡Muy bueno! Fue como un curso acelerado de producción musical, de tocar en público, todo… 

Sí, y me acuerdo de otras cosas ridículas, tengo muchísimas anécdotas. Me acuerdo de estudiar corales en un tecladito de dos octavas a pilas que me había prestado el vecino de enfrente de casa. Con eso iba haciendo corales en el micro, entre cosa y cosa. Imagínate que lo aproveché hasta en ese rubro, me acuerdo de estudiar contrapunto ahí adentro.

Estudiaste bastantes años con Mederos ¿cómo eran las clases con él?

Muy lindas, el laburo con Rodolfo fue muy muy bueno. Yo le debo mucho a él y a la EMPA. El hecho de pensar la música, de vivir la música, hacer un trabajo serio, la música desde el lugar del papel lo aprendí con Rodolfo. Más completo que eso inclusive, porque no solamente es aprender un acorde, una conducción o cómo se ponen las voces, sino que aprendí que había libros de música por ejemplo. Yo empecé a estudiar con él y no sabía nada eh, sabía muy poco y entonces me dijo “Mirá acá tenés un libro de fuga, tomá” lo llevaba lo leía y así me leí muchísimos libros. Porque me agarró como una especie de vicio de leer esos libros. Y además estábamos en la época del menemismo, era el 1 a 1, o sea que los libros españoles llegaban y estaban económicos para nosotros, entonces me conseguía muchos libros de música, se vendían en cualquier librería de la calle Corrientes. No te digo que fueran baratos pero eran accesibles para un sueldo de acá. Me acuerdo de haberme enganchado con eso y también tengo la sensación muy fuerte de llegar a librerías y que no existieran más libros, que ya me los había leído todos. Hablo de los libros técnicos claro, que no son tantos, serán 50. En un momento se acabaron así que me dio mucha angustia. Bueno, esas cosas las aprendí con Rodolfo. Aprendí que una estrategia te genera un resultado y no otro. Entonces verlo laburar fue muy piola y además tuve la suerte de que me abrió las puertas para hacer muchas cosas. Yo escribí un par de arreglos para su quinteto, mezclé un par de sus discos, medio que me convertí un tiempo en un discípulo, entonces labure ahí con él haciendo unas cuantas cosas y aprendí un montonazo. Me acuerdo que mezclé discos donde grababan Suarez Paz y Agri, música de películas que había hecho y no tenía ganas de mezclar entonces me mandaba a mí. Yo iba con la partitura a mezclar, en un estudio cheto, era una locura, era demasiado para un pibe. Demasiadas posibilidades y bueno todo eso se lo debo a Rodolfo.

¿Cómo crees que creciste como compositor desde que empezaste hasta hoy? Ya es un camino recorrido de varios años… 

Y que se yo, vas siendo otra persona. “Vivir es cambiar” dirían los Expósito. Vas cambiando, te van gustando otras cosas, te vas poniendo obsesivo con algunas temáticas, vas abandonando otras, y creo que eso es la vida, te va pasando por encima. 

¿Se compone como se quiere o como se puede?  

Como se puede. Hay un trabajo que hacés para tener recursos. El laburo de estudiar y de generar cosas es para tener cada vez más recursos, más ideas, más posibilidades armónicas, contrapuntísticas, formales. Pero hay recursos que uno puede trabajar o aprenderlos y después está lo que realmente te gusta. Yo no puedo escribir distinto porque soy esto, no soy otro. Entonces me gustan algunas cosas, me crié en unos contextos, me crié en el conurbano, me gusta el asado, me gusta chupar un vino, me gusta la fiesta, toqué cumbia, entonces todo eso hace que haya algunos sonidos, algunos gestos, algunos ritmos, algunas armonías que conectan con eso  y otras que no. Entonces a eso uno no le puede escapar. Salvo que quieras hacer otra cosa, por ejemplo si me piden una música para una película y tengo que escribir una sonata como si estuviera en el siglo XVII. Bueno, tal vez hay compositores así, pero no es lo que hago. Yo intento hacer cosas que resuenen con mi vida, con mi lógica y con mi ideología. Entonces hago lo que puedo hacer dentro de todo ese marco. Es con lo que podés. Y los recursos se aprenden, no es que te toca una varita mágica. Escribe el que tiene ganas de laburar. Hay que pelearse con las notas y darle pero eso es un proceso en el que hay que bancarse la pelusa. Es un proceso que si uno lo toma bien es muy lindo. 

Tenés Astillero hace ya 16 años y es un grupo que ya tiene una sonoridad, una estética que viene marcada hace un tiempo y que es muy reconocible ¿Sentís a veces que podés estar siendo preso de un paradigma estético?

Bueno, yo no escribo música desde ese lugar porque si no no puedo escribir nada. Si te lo tomas como “Oh, tengo que respetar tal cosa”, no hacés nada. Hay que hacerse el boludo. Después reconocer que tiene una sonoridad y sí claro, suena a algo pero cualquier grupo que pasen los años va a sonar a algo. Es la suma de gestos de una determinada cantidad de gente que se ha conectado por algo y va a tener un sonido. Eso está bien, ahora no me lo tomo como que es un paradigma porque me mato, no escribo una cosa más. Es de nuevo pensar la música como un museo. 

Además de componer das clases en la EMPA, en tu casa, en el Goñi,  es un trabajo que te gusta. No sé si se podría decir que das clases de composición pero ¿cómo se encaran las clases cuando hay alumnos que tienen intereses estéticos distintos a los tuyos? 

Yo opino con total libertad de lo que me gusta y lo que no me gusta y está buenísimo que el que está ahí lo tome o lo deje, de que le guste o no le guste por sus propios deseos y por su propia personalidad. Entonces, está bueno ser lo más honesto que uno pueda. Eso no quiere decir que estoy esperando que la gente escriba como escribo yo, por favor no, eso va por otro lado. Si no planteara cuales son mis opiniones es una no clase no tendría sentido, ¿viste?. Vea un tutorial. Cuando tenés la relación discípulo maestro, que es una relación íntima, las clases te van a marcar. Está mal pensar que el docente no va a influir. Inclusive para hacer todo lo contrario de lo que hace el docente y también está buenísimo. Es pensar el rol docente en estos casos como la charla entre dos colegas que están queriendo hacer cosas. Igual las clases no se basan en eso. No es muy importante qué es lo que yo opino. Es ver qué cantidad de recursos tiene el estudiante y que cantidad está pudiendo llevar adelante y si se me ocurre algún otro recurso para ofrecerle para seguir avanzando. Cuantos más recursos tiene, más posibilidades de ser uno mismo. Ese es un poco el asunto. En general el trabajo es generar recursos más que discutir lo estético pero bueno esa charla siempre aparece. Yo opino más de lo metodológico. Lo que creo es que el problema de la época que hay es que la gente quiere escribir cuatro temas en una semana. Es una época donde cuesta bancarse el proceso, hacerse el tiempo, no estar persiguiendo el éxito. No lo sé igual, vengo de otro siglo, tal vez estoy meando fuera del tarro. 

Totalmente, la inmediatez que estamos viviendo no es gratis…

Si, vos tenés que pensar que las 9 sinfonías de Beethoven son 6 horas de música y tardó 20 años de laburo. Y si uno quiere escribir más rápido que Beethoven va a ser obligatoriamente un poco más liviano. Digo Beethoven por ser una cosa icónica, pero lo mismo pasa con Pugliese, Salgán o Gobbi. Hay un proceso que hace que vos tengas nuevas ideas, una profundidad en esas ideas, entonces creo que el laburo cotidiano viene para que banques ese proceso y llegues a un resultado profundo.

Bueno, venís de la época analógica. Antes sacábamos fotos y teníamos que esperar para revelarlas… 

Obvio, es muy bueno para componer. Miento, es muy bueno para componer músicas que tienen que ver con el tango, que nacieron en ese contexto. Seguramente para escribir un trap o cosas así se necesitan otras cosas.

Bueno, por algo son músicas que surgen ahora ¿no?

Claro pero si querés escribir una música en papel digamos, por más que lo hagas con la computadora, es otra lógica. Necesitamos de ese tiempo y el placer de tomárnoslo porque el público que lo va a consumir es uno que quiere música en papel, que quiere que tenga la cantidad de contrapuntos que le hacen bien a la salud. Quiere que tenga la cantidad de desarrollo que le hace bien a la salud. Digamos, el público del tango, de la música instrumental, no sé si es exigente pero sí necesita que la música sea lo suficientemente profunda, y no por compleja, sino por honesta. Que se asegure de revisar la cantidad de contrapuntos que necesita. ¿Te aseguraste que lleva 5 contrapuntos o ninguno? ¿Te tomaste el tiempo de revisar todas las posibilidades? Ese es un tipo de discusión, y otro tipo de discusión es que no pongo nada porque hay que subir un video al Instagram mañana. Igual yo lo digo y también soy preso de esas presiones. Soy muy consciente de que eso nos atraviesa a todos pero intento darle pelea para no caer como un gil. 

A lo largo del camino que llevas recorrido hasta ahora ¿qué cosas no fueron aciertos? ¿O fueron todas buenas? (risas)

No, todas buenas no. Trato de no acordarme mucho de las derrotas. Hubo muchos pifies, un montón de temas que no funcionaron, ideas, propuestas que intentamos y que fracasamos, miles. En el 2005 con Astillero intentamos tocar en las milongas, nos fue como el culo. Pero así hay montones. Intentonas de entrar en un mercado, de escribir un tema. Fracasos tengo a cada momento, cada compás cuando escribo música. Si quedó un contrapunto hay dos que fueron un fracaso. Todo el tiempo hay fracasos, pero lo tomás como un aprendizaje. Esto no funcionó, vamos por otro lado. Entonces el fracaso te sirve como un punto de partida para un nuevo acierto. Fracaso todo el tiempo.

¿Qué cosas te pesan o sentís que te molestan de tu trabajo?

Las giras me hinchan las pelotas. Los viajes en avión, armar la valija. Las fotos, son un dolor de huevos. No hay nada más feo que sacarse fotos. Hacer playback para un video. Son cosas que no son gratas pero son parte del laburo. Pero lo más grave de todo son las giras. 

¡Quien pudiera quejarse de esas cosas! (risas) La cultura del rock fue una cultura contestataria, y que hace tiempo está en picada ¿cuál crees que fue la cultura del tango? ¿Cuál era la característica de la cultura tanguera?

A ver, me parece que es una música que tiene la profundidad de pensarse con el valor real que tiene uno como persona y con lo pequeño que es. Tiene esa filosofía, de saberse uno muy pequeño, que está en esta vida en un período muy corto y que todas las cosas cambian y perecen y esa ideología y esa conciencia constante de la muerte y de la finitud obviamente le da como un espíritu muy potente y muy profundo. Creo que eso es algo inherente a todos los tangueros de todas las épocas. Después dentro de eso hay cosas puntuales por épocas con un perfil que había en cada momento. Creo que esta es una época en la cual el tango es un género de resistencia cultural así que obviamente va a tener esa impronta. Seguramente no era necesario que tuviera esa lógica cuando el tango era la música más escuchada y seguramente el tango no se veía como una música de resistencia cultural cuando se hacía en las noches de Buenos Aires del 1900, sería otro concepto ahí. Así que creo que el tango tiene muchos conceptos como supongo que le pasa al rock que ahora ya tiene muchos años de vida. Es distinta la cosa contestataria de los 70 a que pasen un documental de los Beatles en Disney+. Si te pasan ese documental es que el rock ya es apto para toda la familia, ya no es más sexo, drogas y rock and roll. Digamos, no está mal mientras la música esté bien. Después nos podemos preguntar qué pasa con la música, con esa ideología metida en la música. En este caso puntual creo que ha cambiado un poco, en el caso del rock hay muchos proyectos que se hacen por laburo, porque existe la posibilidad de tener laburo. En cambio con el tango aunque podés tener laburo, la cosa es mucho más dura, requiere de mucha más militancia, se hace desde otro lugar, desde un lugar muy fuerte de convicción ideológica porque si no no lo haces. 

Se vienen los millones de vistas en YouTube y el éxito asegurado… (Risas)

Claro, como todo eso no viene se hace con mucha honestidad y mucha salud. Y obviamente lo hace un sector de gente que, para empezar, se puede dar el lujo de hacerlo sin necesidad de que eso funcione inmediatamente.  También es un sector de gente que tiene la conciencia como para decir “Voy a hacer esto por convicción”, entonces es interesante desde el punto de vista sociocultural ¿no?. Es un sector lindo que te das cuenta cuando lo transitás, en las fechas, en tomarte un vino y compartir la noche, en discutir sobre cuestiones, en pensar el arte, todo es muy noble. 

¿Y cómo ves la movida del tango actual? 

Súper. Tenés la visión de tipos como Mederos que vivieron el ‘40 entonces ven la movida que hay ahora y les parece muy chiquita, y tienen razón, pero para gente que hizo tango en los ‘90 como yo, al ver la movida que hay decís “Esto está hermoso”. Entonces es siempre desde el lugar donde te parás. Cuando empecé, un bandoneonista de mi edad era un plato volador, un personaje que no existía. Y ahora hay pibitos en la orquesta de Santa Cruz, en caleta Olivia, en San Miguel también, hay pibes que tocan tango. Sé que en Quilmes hay dos orquestas autogestionadas de tango. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Está buenísimo. Por otra parte siempre hay gente que dice “¿Cuándo viene La Sole del tango”? Alguien que revolee el poncho, un efecto para convertirse en ícono de la movida. Pero creo que es un género raro para eso porque me parece que es mucho más en bloque, un desarrollo menos pensado en una nota de color, me parece que el tango no avala éxitos con notas de color. 

Sí, pienso un poco en lo que hablábamos recién del rock, la cultura del sexo, drogas y rock and roll que también trajo aparejada la formación de íconos ¿no? Una cosa muy personalista, digamos el tango tiene íconos pero no era nadie que rompiera guitarras ni hiciera cosas como raras en el escenario, pienso en el personaje de Pomelo, eso no existe en el tango ¿hay algún paralelismo?

No, no. Porque es una música que es difícil. No significa que no haya gente que pase por alguna situación pomelística pero no es celebrado dentro del tango. No es que podés tener un Pity en el escenario y que funcione aunque el chabón esté destruido y la gente lo vaya a ver igual. Si hay alguien así la gente dice mejor no vengo a ver a esto porque el público está esperando otra cosa. Por eso digo, la nota de color no te suma mucho. No es que voy a tener más público porque me tiña el pelo de verde. Y en otro géneros eso aporta un poco a la construcción del personaje, que son útiles. Pero en esto es más lo que resta que lo que suma.

Sí, me parece que no es una movida de la imagen. Y ahora con todo esto de las fotos, los videos, las redes sociales y su inmediatez… por eso el tango no es exitoso (risas)

Y es que ahora hay una crisis de la escucha. La escucha implica una reflexión. Yo pensaba de una manera más ingenua que en realidad era una crisis de la concentración, pero después me di cuenta que la gente puede estar mirando una serie muchas horas.  El tema es que hay una crisis con cómo llenas el cerebro vos solo. Hay una crisis con el estar un tiempo donde vos tenés que hacer una parte del laburo, una parte reflexiva de esa escucha.

Claro, no solo ser un receptor pasivo…

Y eso ocurre con las músicas, con una letra que tiene una metáfora ocurre. Con un estribillo pegadizo quizás ocurre menos, vos ahí movés la cabecita o con música que se pone en el supermercado, vos estás haciendo otra cosa. Entonces escuchar la música de manera reflexiva implica una cosa más complicada.

¿Un artista que admires? No tiene porque ser músico…

Millones. Picasso, Atahualpa, Pugliese.

¿Un libro, un disco y una película?

Soñar soñar de Leonardo Favio; El tamaño de mi esperanza de Borges; Guitarra negra de Zitarrosa. 

¿Hacia dónde crees que va la música en general?

Mirá, creo que la música como creo que la estamos pensando nosotros dos en esta charla se va a convertir en un refugio elitista del consumo cultural profundo, como ya lo es pero cada vez de manera más exagerada. Y por otro lado va a haber otra música que va a ser un poco más liviana y va a estar en otros ámbitos. Pero la música que está bien va a seguir estando bien en otro contextos más pequeños, cada vez más pequeños.

Pero eso un poco pasó siempre… 

No, mirá, el grupo de rock más importante de los ‘80 era Serú Girán y la persona que más convocaba en el folklore era Mercedes Sosa y los grupos de tango más interesantes eran Troilo y Pugliese, la gente bailaba con La yumba, Malandraca o Negracha. En otras épocas la gente iba a escuchar sinfonías de Beethoven. 

Sí, pero no sé si era toda la gente, hay algo de la cosa elitista que tiene la música que la tienen muchas músicas, el jazz por poner un ejemplo lamentablemente es una música más elitista que la cumbia villera…

Pero era menos elitismo, eso es así ahora.

¿Pero antes el obrero iba a escuchar Beethoven? No sé…

En esa época no había obreros como los conocemos porque no había revolución industrial

No, hablo de un tiempo más cercano…

El laburante en Argentina escuchaba Pugliese, mi abuelo escuchaba Troilo, laburaba en una cuadrilla en SEGBA. O sea escuchaba esas metáforas. En la radio se escuchaba “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser” y estamos hablando de hits. Había gente que leía, que podía querer crear bibliotecas populares, eso está un poco más lejos hoy. Estamos en una época un poco compleja, ojalá me esté equivocando mucho y no sea tan oscurantista como te la estoy vendiendo, pero me da la sensación de que hay una tendencia hacia eso. Hay una falsa idea de libertad, de que podemos hacer lo que queremos pero en realidad no estamos haciendo lo que queremos si no lo que nos inducen a querer. Entonces por eso es complejo el concepto de libertad porque la libertad ahora no es si elegís lo que querés o no elegís, ahora la discusión de la libertad es por qué elegís lo que crees que elegís. Estamos todos totalmente inducidos a elegir cosas, a veces nos hacemos más o menos los boludos, pero es así. Nos llevan a eso y nos tienen enganchados. El consumo cultural se hace a través de adicciones y no hay mucha gente que pueda escaparle a eso, que te vende el “me gusta” en la red social. Hay un consumo cultural más chato de manera masiva y lo que va a pasar con la música que hacemos nosotros es que va a ser de nicho, mucho más de nicho. 

Te definís como tanguero, lo dice la remera que tenés puesta también ¿qué es ser tanguero?

¿Qué se yo?. Muchas cosas. Supongo que uno se identifica con la música por todo esto que charlamos antes de las cuestiones ideológicas, entonces ser tanguero es compartir estas ideologías y esta consciencia de la finitud. Y eso se hace en un contexto que es esto, como diría Carlos Nine “El tango es música clásica tocada por atorrantes” es un poco esa zona que no es de aquí ni de allá. Para un europeo somos demasiado latinos y para un músico popular somos demasiado complejos. Ideológicamente es eso porque en realidad hay una religiosidad en la no religión también. Es como vivir con la contradicción y ser feliz adentro de eso. Es como abrazar la resignación y empujar a su vez, porque no es depresivo. Es un acto de resistencia casi te diría que religiosa pero completamente antirreligiosa. Es muy difícil explicar esto que me estás preguntando.

Es muy interesante esto que decís de la religión, me impacta ese concepto. Porque para los que somos ateos la religión es como un Raid, igual la espiritualidad va por otro lado pero la religión es una militancia también…

Si, a ver, en el fondo toda filosofía es un acto de fe. Aunque no sea una fe religiosa. Yo soy materialista pero en el fondo ver el mundo de esa forma también es un acto de fe. Es una especie de militancia, quizás no es la mejor palabra, pero es una especie de militancia en celebrar la vida a pesar de la finitud. 

Está bien, hay que vivir el presente…

Bueno, pero no todos pueden vivir el presente. 

Bueno, en general no se vive el presente…

En Alemania hacen galletas para Navidad un mes antes. Acá no. Entonces la vida del presente de acá viene con esta carga. ¿Todos viven el presente?. Sí .¿Todos tienen una vinculación con la muerte?. Sí. La nuestra es particular y es fuerte. 

Y sí, acá hay otras urgencias en las que pensar…

Claro, el tango se da en un contexto donde se está la Ley Sáenz Peña, vos tenés educación pública, tenés uno de los primeros países sudamericanos con esa característica, entonces tenés un ascenso cultural de la población en todo el siglo XX y no deja de ser un país con las complicaciones que tiene y entonces ¿qué te ocurre?. Que sos muy consciente de lo que pasa. Se genera un caldo de cultivo para los músicos y letristas de tango. “Dónde estará mi arrabal, quién me robó mi niñez?”. Es una conciencia muy fuerte de eso. Agarrás cualquier letra de Discépolo y te vas a encontrar con eso. No le pueden escapar a que los debates sean debates de esa índole. Y el tanguero es eso, forma parte de eso “Cómo cambian las cosas los años”, “Primero hay que saber sufrir” (…)  y todo eso está en la música, aunque yo me dedique a hacer música instrumental y no haga letras, eso está. Porque es más fácil ponerlo con palabras, citar algún poeta que intentar explicar lo que sucede con la música. 

¿Qué cambiarías si pudieras cambiar algo?

Querría vivir 500 años.

¿Con qué argentino muerto te tomarías un mate? 

Con Anibal Arias.