Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat
Día 11
Yo: -Hola
Hombre: -Hola
(…)
Yo: -Hola
Hombre: -Hola
(…)
Yo: -Hola
Hombre: -Hola
(…)
Yo: -¿Quién es?
Hombre: -¿Afinador?
Yo: -Sí
Hombre: -Ah, disculpe. Me equivoqué de casa
Abro la puerta, corro por el pasillo y salgo a la calle. No hay nadie. La puta que lo parió a este hijo de puta. Es un maldito hijo de puta que se levantó para venir a tocar el timbre de mi casa a las seis de la mañana… Para mí que es Julio. O es Julio o no sé… Viejo de mierda.
Mate, un cacho de queso, casi costra. Bah, no me importa, tengo hambre de sal. Lin no llega. Me baño y mientras que llegue.
(…)
El timbre funciona porque el hijo de puta ese tocó a las seis y sonó. Qué carajo le pasará a Lin que no llega, ya casi es la hora. Timbre. Es ella seguro. Portero.
Yo: -¿Lin?
Tipo: -¿Cómo?
Yo: -¿Lin?
Tipo: -Hola, soy Delfín, de la furgoneta
Yo: -Ah, ya va
La puta madre con Lin que no llegó y ya nos vinieron a buscar. Salgo. En la puerta está el Delfín este con la furgoneta. En el asiento del acompañante va la esposa. La camioneta toda pintada de colores, con los signos esos de los indios, guardas, muñecos rupestres, no sé cómo se llaman esos, como los tipitos de los jarrones, o las cuevas esas, no sé. La puta madre con Lin. Bue, no hay tiempo. Ya fue, me voy sin ella.
Yo: -Buen día señora
Tipa: -Eh, Alberto, no me digas señora. Me llamo Perla de Rocío. Podés decirme Nanu
Listo. Delfín y Perla de Rocío. Re normal todo.
Delfín: -Alber, tenemos unos 40 minutos de viaje hasta la primera escuela, vamos para el lado de Ezeiza, a Guillón
Yo: -Bueno. ¿Cuánto tiempo tengo allá para arreglarlo?
Delfín: -No, cómo… ¿Allá dónde?
Yo: -En la escuela, cuánto tiempo tengo para arreglar el piano digo…
Delfín: -No, Alber, el piano está en la furgo, hay que arreglarlo en el viaje porque llegamos y tenemos que tocar de toque.
Subo a la furgoneta. Tatita. El «piano» es un medio piano, o sea, medio piano. O sea, le sacaron la mitad de las teclas del lado izquierdo y pusieron en su lugar un teclado, o sea un teclado eléctrico enganchado con alambres a la base del piano de donde sacaron las teclas del teclado del piano posta. Listo, re buen gusto, muy atinado musicalmente seguro… Lo único que me falta es que ahora arranca el viaje y se prenden un troncho que me deja re falopeado como el hijo de puta ese que le pedía a la chica que limpia que le trajera los pawer. Macanudo, arranca la camioneta y antes de llegar a la esquina ya están prendiendo uno.
Perla de Rocío: -Alber ¿Querés un mate?
Yo: -No
Perla de Rocío: -¿Qué, no tomás?
Yo: -Sí, tomo. Pero no tenemos mucho tiempo así que no me quiero distraer…
Hay que cambiar diecisiete cuerdas. Diecisiete, o sea o las rompieron todas juntas no sé, con un hacha en la última función o se las comieron las termitas de cuerdas de hierro. La segunda respuesta es falsa, así que sólo nos queda la opción del hacha.
Yo: -Delfín, disculpe, seré curioso… ¿Cómo es que al piano le faltan diecisiete cuerdas?
Delfín: -Si te la cuento, no me la creés… Tuvimos que usarlas ayer para atar un canasto al portaequipaje de la bici… Como hacía mucho que no teníamos laburo con esto, viste, las cuerdas estaban ahí al pedo y bueno… Las usamos. Pero justo a la noche nos llamaron y necesitamos el laburo viste…
Claro, lógico. Recontra lógico todo. Vas a laburar para pagarme las cuerdas flaco. ¿Qué mierda tenías que atar al portaequipaje de la bici hippie ruina?
Yo: -Mirá, yo no pensé que eran tantas cuerdas… Tengo, porque siempre tengo encima unas cuantas, pero no son todas las cuerdas que necesitás…
Delfín: Mandá fruta Alber, poné las que tengas. Lo único importante es que suene algo cuando tocamos…
Perla de Rocío: Cha cha cha cha pinga á, cha cha pinga á, chajaile é, chajaile é, chajaile é chajailé. Maiá, maiá maiá maía. Aianga ianga ianga ianga ianga ianga ianga á. Churapeí churapeí churapeí í.
Delfín: -Hermoso. ¿Ves que si ensayás te sale la afinación?
Ah listo. Me quedan 35 minutos para cambiar diecisiete cuerdas y esta corneta va a ir cantando sus cánticos indios. Me rajo un tiro ya. En el celular ni un mensaje de Lin…
(…)
Llegamos a Luis Guillón, dónde carajo estaremos. En la puerta de la escuela ya están los pibitos sentados. Claro, como no da el tamaño de la puerta de entrada para meter la furgoneta, la función se hace en la calle. Estos ratas montan un «escenario» en la parte de atrás de la camioneta, tocan el piano gremlin que tienen ahí, tocan un bombo, la pandereta, qué sé yo qué mierda más tocan y cantan y hacen cantar a los pibes, y las maestras los aman. El mundo se fue al choto, no hay vuelta que darle. Tengo que esperar a que me lleven de vuelta y me morfo las dos funciones, turno mañana y turno tarde. Ya para la segunda tengo el churapeí churapeí hamacándome las bolas.
Viaje de regreso a puro tronchazo. Duermo la mitad del viaje. Me bajo en la puerta de casa.
Delfín: -Alber, un gusto. Gracias por todo. Acá tenés lo que acordamos.
Perla de Rocío me tira un beso. Agarro la llave del bolsillo, apoyo la caja de herramientas en el suelo y veo que la cabina del gas está mal cerrada. La quiero acomodar y, ah, hay una piedra trabándola para que no cierre. Abro para sacar la piedra y encuentro una nota: «Jefe Alberto, Lin haciendo investigación, algo raro. Disculpas hoy no venir a trabajar. Mañana caso para resolver Lin y Alberto. Secreto. Lin cuenta mañana. Que duerma con mi sueño. Lin».
Que duerma con mi sueño…
Julio, viejo de mierda, que nunca pero nunca te escriban así. Que nunca conozcas el amor. Pudrite viejo, anda a tocarle el timbre a la concha de tu hermana.
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