REVISTA EL SORDO

Diario íntimo de un afinador – Día 12

Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat

Día 12

Martes, seis de la mañana. Apago el despertador y me voy directo a la ducha. Dejo la radio encendida sobre la tapa del inodoro. Me gusta escuchar el noticiero mientras me baño. Tocan el timbre. No lo pienso, salgo directamente de la ducha, atravieso el comedor, salgo al pasillo y corro hacia la puerta de calle. Ese hijo de puta de Julio no me jode más. Voy mojando todo, no me importa nada. Ni siquiera llegué a envolverme con la toalla. Ese viejo de mierda me va a escuchar, abro la puerta y lo cago a trompadas de una, pienso mientras corro. Abro la puerta y le rompo la jeta de una piña. Abro la puerta y le bajo los dientes. Abro la puerta y me encuentro a Lin. Listo. Estoy en pelotas frente a la china que amo. Me cago en la puta literalidad.
Lin se tapa los ojos, me palmea el hombro y entra por el pasillo. Me quedo ahí parado un segundo pensando en lo pelotudo que soy y después entro detrás de Lin tapándome como puedo. Con las dos manos por delante, pero pienso que me queda el culo al aire. Bueno, tampoco se va a asustar por ver un culo. ¿Qué, no hay culos en china?

Lin: -En China hay mucho culos

Uh, ¿qué? ¿Lo dije en voz alta? ¿Lo dije en voz alta? Soy un pelotudo. Pensé que lo había pensado. Qué bestia, lo dije en voz alta.

Lin: -No diga eso, jefe Alberto no bestia

Ah, la puta que me parió. ¿Otra vez lo dije en voz alta? ¿Qué carajo me pasa? ¿No puedo distinguir entre pensar y hablar? ¿Por qué mierda estoy parado en pelotas adelante de la chinaaaaaa? Pienso eso y salgo corriendo al cuarto.

Lin: -Jefe Alberto, Lin cierra ducha que está abierta, saliendo agua para bañarse alguien

Ah, cierto, en la corrida no me avivé de cerrar la ducha. Uh, dejé los calzones ahí en el piso, Lin los va a ver, qué vergüenza, justo esos calzones horribles y viejos…

Lin: -No son tan horibles jefe Alberto…

Lin se ríe. Ok, entro en pánico. Me está leyendo la mente.

Yo: -Lin, ¿usted está escuchando lo que yo pienso?
Lin: -Sí
Yo: -¿Posta?
Lin: -Usted piensa muy fuerte jefe Alberto

Ah bueno. Listo. Que me internen.

Lin: -¿Por qué? ¿Se siente mal? ¿Lin llama doctor?

Estoy mareado. Esto no puede ser. Lin se me acerca. Es gigante, enorme, con una sombra más gigante por sobre su cabeza. Uh, se me pusieron las piernas como fósforos quemados. Esa bola que rueda con tanto ruido, que alguien la calle por favor. Con estas patitas de fósforo no voy a poder caminar para apagar la luz.

Lin: -Deje jefe Alberto, la apago yo.

(…)

Me duele todo. Uh, cómo me cuesta respirar. Se ve que me resfrié. Manoteo el velador desde la cama. ¿Habré corrido la mesita de luz? ¿Qué pasa que no llego?

Lin: -Perdonemé jefe Alberto. Lin tuvo que traerlo en secreto
Yo: -Lin, ¿Dónde estamos? No veo un carajo

Lin me saca un pañuelo que tengo en los ojos. Estoy acostado en un sillón en un living enorme y más lujoso que la concha de la lora.

Lin: -Jefe, no se asuste. Lin cuida a jefe Alberto.
Yo: -Lin, ¿dónde mierda estamos? ¿Cómo vinimos hasta acá? No me acuerdo de nada…
Lin: -Perdón jefe, Lin tuvo que drogarlo para venir sin ver nada
Yo: -¿Qué? ¿Estoy drogado Lin? ¿Qué me hizo?
Lin: -Ya no. Está bien ahora…
Yo: -Lin ¿Usted me puso…?
Lin: -Burundanga. Perdón jefe

Entra un hombre con una ametralladora. Listo. Siamo fuori.

Hombre: -La señora dice que ya pueden pasar a la sala

Lin se para, hace una reverencia y me invita con un gesto a levantarme del sillón. Lo hago. Me cruje todo el cuerpo. Caminamos detrás del matón armado este. Salimos del living y pasamos a una sala enorme, llena de puertas. Todo es completamente blanco, desde el piso hasta el techo. Está muy iluminada y no tiene un solo mueble. Salvo un piano en una de sus esquinas. Un piano de cola rosa y blanco.

Hombre: -Tienen dos horas. Después la señora lo va a probar
Lin: -Perfecto señor. Dos horas.
Hombre: -Dos horas
Lin: -Dos
Hombre: -Dos
Lin: -(Gesto con los dedos: «dos»)
Hombre: -China boluda

El tipo se va.

Lin: -Jefe Alberto, piano no imoprta. Estamos acá para investigar. Lin y jefe Alberto investigadores
Yo: -¿Qué te tomaste Lin? ¿Investigadores de qué? ¿A dónde me trajiste? ¿Esto es Buenos Aires?

Se abre una puerta y entra una mucama vestida de rosa con una bandeja llena de… Llena de algo. No sé qué es, pero está llena. Pasa de largo sin mirarnos, cruza el salón, unos 30 metros y sale por otra puerta hacia el interior.

Lin: -¿Vio?
Yo: -¿Qué?
Lin: -Estamos en lugar indicado

Entonces empiezo a sospechar que la china está loca. Estoy ahí parado en medio de una habitación gigante, la más gigante que vi en mi vida, sin moverme mientras Lin a mi alrededor espía por las cerraduras de cada una de las puertas. Que son bocha, posta.

Lin: -Jefe Alberto, usted ocúpese del piano, Lin ahora no puede explicar mucho. Afine todo piano menos dieciséis teclas
Yo: -Menos dieciséis teclas… Ok… Lin, estás loca
Lin: -Jefe Alberto, por favor, confiar en Lin. Lin nunca traiciona Alberto

Se me acerca, me toma la mano y repite la última frase mirándome a los ojos.

Lin: -Lin nunca traiciona Alberto

Se da vuelta y se va y yo no tengo más opción que hacer lo que me dice. No hay caso che, la amo a la china esta, me tiene loco.
Trabajo durante las dos horas que me dieron en la afinación. Menos dieciséis teclas. De a ratos pasan mucamas, siempre de rosa con esas bandejas llenas de esa pasta blanca, o goma, no sé qué es. Ya ni me doy vuelta cada vez que se abre una puerta porque han entrado y salido como mil veces. Bueno, no, mil no. Soy exagerado a veces.

Lin: -Jefe Alberto
Yo: -¡Lin! Volviste, ¿dónde estabas?

Entra el matón de la ametralladora y detrás dos chinas en kimono. Rosa. Listo, ahora que entre la pantera y el inspector. Ah, no, mirá vos. No entra la pantera, entra una china vieja en kimono rosa también. Esta china debe ser medio poronga porque la traen en una de esas sillas con casita sostenidas por palos. O sea, la china no camina, tiene cuatro chinos que le bancan caminata llevándole la silla en los hombros. Listo, es la madre de Kunfú. La vieja se baja, ni nos mira. Va directo al piano. Se sienta y toca. Obvio, hay dieciséis teclas desafinadas.

China: -Afinación dieciséis teclas mal. Identifique y vuelva martes.

Jodeme que las contó así de una. Estos chinos son una barbaridad. Vuelve a su silla y la sacan. Se van todos menos el matón, que es el único que no es chino.

Hombre: -Ya escuchó a la señora. Vuelva el martes y termine el trabajo.

Nos acompaña al cuarto donde me desperté. Nos sentamos en el sillón y Lin me da una venda para que me ponga en los ojos, ella tiene otra. No veo un carajo. Estamos ahí sentados esperando con los ojos vendados. Yo estoy loco, pero la escucho respirar a Lin al lado y me siento tranquilo. Alguien se nos acerca y nos lleva de la mano hacia afuera. Subimos a una camioneta y nos vamos. En el camino nadie habla, no sé cuánta gente va con nosotros. Después de un rato, una mujer nos dice que podemos sacarnos las vendas y bajar. Me cuesta ver, acomodar los ojos, pero la que maneja es una china en kiomono rosa y al lado va otra igual. Bajamos de la camioneta en la puerta de casa.

Lin: -Jefe Alberto, mucho para contarle, pero…
Yo: -No cazo un fulbo Lin, expliquemé
Lin: -Lin ahora tiene supermercado que atender, más tarde vuelve y dice todo
Yo: -Lin, por favor, no entiendo una goma de lo que pasó…
Lin: -Confíe jefe. Esto empieza ahora pero tiene mucho para seguir investigando. Jefe y Lin ser precavido. Japoneses gente muy peligrosa.
Yo: -Ah, ¿no eran chinos?
Lin: -No. Estar preparado jefe Alberto. Ruta del kanikama puede ser más mortal que viaje de Rolando…

Dice eso y se va. La ruta del kanikama… ¿Cómo carajo conoce Lin el viaje de Rolando?

Julio, garca, conseguite un video club y alquilate la kunfu panda si podés. Yo tengo línea directa con Wai Chan Kein.

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