Por Carolina Buratti
Ilustración por Pablo Garat
Día 13
… que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que…
6:00 de la mañana. Jueves. Repito en mi cabeza los fragmentos de la poesía que Lin me mandó a estudiar. Creo que soñé con eso. Me lavo los dientes y repaso… «pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo…». Suena el timbre. Seguro que es Lin. Me enjuago la boca y salgo al pasillo con la llave en la mano. En el camino arranco un malvón de la maceta de la gorda de adelante. Abro la puerta.
Yo: -Buen día Lin. Tenga, para usted.
Le doy el malvón y Lin se ríe.
Lin: -Gracias jefe Alberto. Esto para usted.
Me da unas orejas de Mickey. Joya. Esta Lin a veces es graciosa. O rara, no sé. Debe ser que es china. Entramos, me ceba mate mientras termino de ordenar las herramientas.
Lin: -Jefe Alberto, lleve abrigo.
Yo: -Lin, son las seis de la mañana y ya está templado el día
Lin: -Yo que jefe Alberto llevo abrigo
Me río. Debe ser alguno de esos chistes chinos de Lin que nunca entiendo. Último mate y salimos. Desde que Lin atiende los llamados de clientes en su celular, es todo mucho más relajado para mí. Nos tomamos el 64, en menos de diez minutos estamos. Entramos por la puerta 5, Bouchard y Lavalle. Nos revisa un seguridad, revisa las herramientas, revisa a Lin -lo vigilo-, me revisa a mí. Viene una chica y nos recibe, es muy amable. Me pregunto de quién será el concierto de esta noche…
Chica: -Pasen por acá que ahora les traemos el equipo. Necesito saber cuánto calzan.
Lin: -34 yo. Jefe Alberto 42.
¿Cómo sabe cuánto calzo? Esta Lin es un genio. La chica se va.
Lin: -Chica, linda cejas perfectas. Lin quiere cejas así…
Yo: -¿Cómo sabés cuánto calzo Lin? ¿Para qué nos preguntan eso? Esto no será otro falso chino como ese que nos hizo entrar descalzos, ¿no? Bueno, igual si nos preguntó el talle es porque por lo menos nos van a dar unas pantuflas o esas cosas que usan ustedes… Lin ¿calzás 34? Qué pie chiquito… ¿Es por eso de que a las chinas les atan los pies de chiquitas? ¿O esas son las japonesas?
Lin no llega a responderme nada. Vuelve la chica con… Ah, listo, que me maten: patines de hielo.
Chica: -Se los prueban y si los sienten incómodos me avisan y los cambiamos ¿sí? Cuando estén listos me avisan y los guío
Es como una maestra jardinera de la muerte. Es verdad, tiene cejas perfectas.
Yo: -Lin ¿Qué carajo estamos haciendo?
Lin: -Disney on ice
Yo: -Me cago en la puta madre que lo parió
Vuelve la chica. Nos pregunta si está todo bien y nos conduce al interior del estadio. Bueno, nos quiere conducir, porque yo no lo permito, no porque no quiera, sino porque apenas me paro sobre los filos me voy derechito al piso, de costado. Intento levantarme. Una vez. Dos veces. Tres. Cuatro. Lin me mira. La chica me mira. Ok, voy gateando. Entramos por fin a la pista.
Chica: -Alberto, le sugiero que se agarre de la baranda porque si va gateando se le van a mojar los pantalones. ¿Usted no trajo más abrigo?
Yo: -No
Chica: -Mmm, qué lástima, qué mal…
Nos guía hasta la otra punta, voy agarrándome de la baranda, muy concentrado, mirando hacia abajo. En un momento levanto la cabeza y la veo a Lin: es castillos de hielo. Patina como si fuera la Nadia Comanecci del patín. La amo. Al final del estadio de hielo hay un cuarto. De hielo. La chica me habla desde la puerta del cuarto, yo recién en la mitad de la pista, o sea, más o menos media cuadra atrás.
Chica: -Está acá Alberto. En una hora más o menos vienen a chequearlo. ¿Estará listo?
No sé qué responder. Ni siquiera vi el piano, no sé si es un cola, un vertical, si tiene una tecla desafinada o todas. Lin lo hace por mí.
Lin: -En una hora lo tenemos
Lin se mete en el cuarto de hielo y sale con una sonrisa de oreja a oreja.
Lin: -¡Jefe Alberto! Usted no puede creer cuando lo vea
Lin viene patinando hacia mí a toda velocidad. Me agarra de la cintura y me lleva empujándome hacia el cuarto. Lo que hay dentro es inimaginable. La puta que lo parió al viejo congelado: un piano de hielo. ¿Tengo que afinar un piano de hielo?
Lin: -No, jefe Alberto reconstruye dos teclas de hielo
Yo: -Lin, dejá de leerme la mente
Lin: -Jefe Alberto piensa muy fuerte, Lin no puede evitar escuchar su pensamientos
¿Cómo carajo voy a reconstruir dos teclas de hielo? Soy afinador, no escultor. Entro al cuarto a mirar. Hace más frío que en la pista. Busco entre mis herramientas, encuentro una espátula. Hay cubos de hielo en un canasto de hielo. Bueno, empiezo con eso. Hace tanto frío que me duele la nariz cuando respiro. Tengo los dedos duros, me duelen las rodilas por el frío y por haber gateado como un pelotudo cuando entré. Tengo tanta piel de gallina que me duele.
Yo: -Lin, no me siento bien
Veo la cara de preocupación de Lin al mirarme.
Lin: -Jefe Alberto, respire con Lin. Vamos a controlar el frío con su mente.
Entregado absolutamente a Lin, voy siguiendo sus pasos, pasos mentales, porque no me puedo ni mover. Me dejo llevar a un espacio imaginario repleto de bolas de fuego que se mueven a mi alrededor, bailan una danza china, son dragones, bolas dragones, como los dragon bolzeta. De pronto un pikachu me saluda y me da una espátula, mueve mi mano como si fuera una marioneta, yo soy la marioneta y el pikachu es mi Chasman. Entre los dos construimos una tecla de hielo, perfecta. Y luego otra. Pikachu se hace bola de fuego y se junta con las otras que danzan y se hacen de nuevo dragón.
Voz: -Disculpe señorita, vengo a chequear el piano
Las bolas desaparecen, me doy vuelta y ahí está Mickey. Eh, es Mickey posta. ¿Cómo puede ser Mickey posta? Lin me agarra de un brazo y salimos del cuarto para que Mickey haga lo suyo. Lin saca una petaca del bolsillo de su campera, ah listo, re escabio la china.
Lin: -Lin re escabio no, Lin trae para darle calor a jefe Alberto
Mickey sale y me da la mano.
Mickey: -Muy buen trabajo amiguito. Haré que te paguen el doble.
Se encienden las luces, suena la música de Disney y ahí sí, entran todos. Mini, Donal, Tribilín, Blancanieves, los enanos, la bruja, Cenicienta, todos todos, y los que no conozco también. Son una bocha, todos en patines, algunos colgados de arneses entran volando. Estoy soñando. Lin aplaude y se ríe. Y al final, entre todos, aparece Bambi. Bambi en patines. Y detrás de Bambi, la madre de Bambi. Eso me mata. No puedo más, lo de la madre de Bambi ya es mucho. Me largo a llorar. Lloro a chorros, a gritos, lloro a lágrima viva. Abro las canillas, las compuertas del llanto… Lloro para inundar el Luna Park. Tiene que venir Toy Story a darme su pañuelito del cuello para que me seque la cara. Ahí, en el medio de todos los Disney que me miran, estoy sentado en el piso llorando. Los Disney me rodean y yo no puedo parar. Lin se pone a llorar también. Después Toy Story y su amigo Boslaiquiar. Después un enano, otro, Mini, Blancanieves, Chip y Dei, Pepe Grillo, Maléfica, Dumbo… Todos llorando. Es un concierto de llanto imparable. Llora también el disyoquei desde la cabina de sonido, llora el iluminador. Entra el de seguridad a ver qué pasa y se pone a llorar también. Entonces Lin se pone a cantar.
Lin: -Avanza el enemiiiiigo a paaaaso redoblaaaado y al vieeeento ha desplegaaaaado su rooooojo pabellóooo on…
Nos vamos sumando. Uno, otro, otro más. El de seguridad se sube un enano a babucha y cantan, alientan a Lin con la marcha de San Lorenzo. Es un partido de futbol, es más que un mundial de fútbol, es más que la final del mundo contra Brasil. Todos los disney, Lin, yo, el patovica, el disyoquei y el iluminador desde la cabina, gritamos la marcha de San Lorenzo hasta el final. Y al final, aplaudimos.
Nos saludamos con abrazos como si fuéramos amigos de la infancia. Qué más le puedo pedir a la vida. Al salir, la chica que nos recibió me paga.
Chica: -Mickey está muy conforme con el trabajo que hizo Alberto. Lo vamos a tener en cuenta.
Nos vamos caminando con Lin despacito por Bouchard y subimos por Corrientes. Ya fue todo. Somos felices.
Chau Julio, viejo de mierda, forro. Los vimo en Disney.
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