REVISTA EL SORDO

PALABRA SANTA: Alejandro Diez, videógrafo

Por Renata Lemenz

Estamos en junio y, muy a mi pesar, el frío ya está en agenda. Estoy sentada mirando la pantalla de la computadora porque quedamos en encontrarnos por video llamada a las 11 am. Él en Mar del Plata, yo en Buenos Aires. Estoy ansiosa y ruego que la tecnología no me deje de garpe. Ale me escribe pidiéndome que lo espere unos minutos, que se está calentando un tecito. Yo mientras tomo agua y aprovecho para levantarme y acercarme a la estufa. Poner el culo en la estufa es lo que más me gusta del invierno, sino lo único. Igual sé que me quejo de lleno, el frío de Capital no tiene nada que ver con el de “La feliz”. Pero bueno, tener frío es casi como una costumbre en mi vida. Por momentos sospecho que lo disfruto.

Aparece Ale con su tecito y pienso “¿por qué no me hice uno yo también?”, se nota que recién se levanta así que empezamos de a poco. Charlar con él me resulta interesante y divertido, es espontáneo, se ríe, se va por las ramas y cada tanto me pide disculpas cuando piensa que sus respuestas fueron desordenadas. Yo escucho con atención, tomo nota y, fiel a mi estilo, lo interrumpo. Ale es un laburante. Es talentoso, sensible, apasionado y no concibe la vida sin empatía. Hablamos un poco de su profesión, del tango nuevo, de la importancia de difundir el arte. Y otro poco de la vida.

https://www.youtube.com/watch?v=xXHDYYGk-KM

¿De dónde venís?

¡Ya arrancaste con todo! Es una pregunta muy filosófica. Vengo de una familia tipo, clase media, ciudad de Buenos Aires, que me dio mucho amor en la infancia. Siempre me trataron muy bien, me cuidaron, me escucharon, me apoyaron en cada locura que quería hacer y aún lo siguen haciendo. Entonces vengo de un muy buen lugar, la verdad.

¿Hacia dónde vas?

Digamos que vivo descubriendo mi camino. No tengo un camino preestablecido, no sé realmente a dónde voy pasado mañana. Sé a dónde voy mañana pero no mucho más que eso. Los proyectos se van sucediendo y mis intereses se van renovando. A mí me apasiona desde hace mucho tiempo buscar contar historias. Entonces, de la manera que voy encontrando lo voy haciendo. Y también otra cosa que me apasiona y no creo que cambie es la gente con pasión. Esa gente que deja de dormir, de comer, de respirar con tal de poder hacer eso que tanto quiere hacer. No solamente un músico, puede ser un escritor, un carpintero, cualquier persona que obre de esa manera a mí me atrapa. Me atrapan su personalidad, su historia. Quiero estar cerca de esa historia e intentar contarla. Esa es una fija que seguramente permanezca, tal vez vaya cambiando de disfraz pero el alma creo que va a seguir siendo esa.

Sé que viviste en varios países. ¿Fue siempre trabajando o estuviste haciendo otras cosas?

Siempre fue trabajando, viajando, conociendo. ¡Alguna vez persiguiendo alguna mujer!

¿Qué buscás en un viaje?

Y…la frase hecha pero cierta, salir del área de confort. Salir de las pocas rutinas que puedo tener y ponerme en situaciones que no viviría de otra manera, como por ejemplo quedarme sin plata y ponerme a trabajar en un bar. Cosas que acá seguramente no me pasarían. Cuando viajo activo sentidos que muchas veces en la vida cotidiana están adormecidos. Tiene mucho que ver con eso de sentirse vivo, viste.

Claro, hay algo del instinto de supervivencia y la intuición que están a full. En el lugar de origen siempre estamos un poco más dormidos…

Y claro. Tengo una silla, tengo una cama, tengo una casa, no tengo que salir a buscar. Tengo gente que ya conozco entonces no salgo del círculo de gente que conozco. En cambio, ahí estás todo el tiempo afuera, estás con las tripas abiertas, con el instinto súper prendido. Es una experiencia que me encanta vivir y revivir. Es para un tiempo, no como un modo de vida. Si querés producir, crear o investigar cosas es más complicado y ahora con hijos es un poco más difícil.

¿Qué hace un videógrafo? Retomando lo de contar historias…

Primero que nada escuchar mucho más de lo que hablás y creo que de alguna manera se relaciona con la pregunta anterior porque te obliga a estar muy despierto. Por lo menos a mí me obliga a estar muy permeable a lo que sucede, que probablemente no es lo que buscaba; porque vos vas con una idea de lo que querés generar, de lo que querés encontrar, de lo que te van a decir y de repente no lo encontrás y no sucede y decís “¡uy! ¿Cómo voy a armar esto?” Y tal vez la respuesta no estaba en eso que vos habías pensado y está en otro lado y es mucho mejor de lo que habías pensado, incluso. A veces no te das cuenta hasta que te sentás a editar. De hecho me pasó con el último video de Astillero que publiqué hace poco. Estuvo dormido, lo cajoneé porque no sabía cómo editarlo, no había encontrado del todo lo que quería, no me cerraba mucho lo que habíamos construido con Luciano y cuando me senté a editar dije “¡Guau! Luciano es increíble, que personaje, ¡¿cómo no lo vi?!” Pero es eso, es estar muy atento y conectar mucho con tu parte instintiva.

Yo estoy hablando de un tipo de videógrafo que es independiente y que trabaja en equipos reducidos de trabajo. No tenés un equipo de producción grande que te ampara, que te ayuda; entonces, el hecho de trabajar solo en muchas oportunidades me obliga a estar muy abierto. Yo tengo una máxima que es “todos editados somos interesantes”, y eso es algo que lo puedo constatar siempre. Todos tenemos una historia para contar pero no todos sabemos contarla. Entonces tu trabajo como videógrafo es ese, contar las historias. Seguramente la mayoría de las veces vas a tener que ayudar a contarla vos. Hay veces que te viene así en bandeja pero muchas veces no. Vos tenés que encontrar una manera de contarla tanto desde la grabación como desde la edición. Es un trabajo hermoso, que además muestra mucho la esencia de las personas. El videógrafo aplicado a lo documentalista, que es más a lo que me refiero yo, es un buscador incansable de esencias. No siempre las encontrás pero estás en una situación de voyeurismo permitido que es hermosa, donde la otra persona se presta a que vos estés y vos desde el silencio, desde tu posición vas encontrando la esencia.

¿Cómo empezaste con este laburo?

Yo siempre pienso que la vida es muy buena conmigo y que me va dando una escalera copada para ir progresando. Empecé en realidad desde la radio. A mí me gustaba la producción radial, me metí en una carrera que hacía radio y televisión y me metí a trabajar en radio el segundo año de la facultad. Al poco tiempo surgió un programa de cable que necesitaba también un productor y me metí a hacer producción de tele por cable, en aquella época de América Sports. De un día para el otro el que hacía cámara y edición se fue de la productora y quedó la vacante de edición y de cámara. Mi viejo me regaló una cámara de fotos cuando tenía 14 años y ahí sacaba algunas fotos, pero muy poco. Al irse el que hacía la edición y la cámara me metí yo. Había algo de la edición que me atrapaba mucho que cada vez que veía a alguien editando. Sentía que yo lo podía hacer mejor (risas). Algo medio soberbio, ¿no?

Está bien eso te hace avanzar…

Pero si, yo tenía un hambre total, yo decía “¡dejamela a mí, dejamela a mí! ¡Yo quiero! Yo siento que lo puedo hacer y lo puedo hacer mejor”. No sé por qué tenía ese afán. Y de repente se me presentó la oportunidad y nada, me puse a los 22 más o menos a editar y a hacer cámara.

Tuviste trabajos ajenos al de realización audiovisual. ¿Esos trabajos sentís que te aportaron algo a tu profesión o que simplemente fueron para parar la olla?

Los trabajos alternativos que hice en general fueron de producción. Sí, en algún momento para parar la olla, pero todo sirve. Cuando intentás contar historias, ponerse en la piel de otros siempre sirve: es fundamental. Creo que no aporta directamente a lo que hago visualmente pero aporta al ser humano, así que al final termina aportando a lo visual. Aporta para la construcción de la persona. Aporta para una de las grandes palabras de mi vida, que es la empatía. Sin empatía yo no me imagino la vida.

¿Una anécdota de filmación?

Me acuerdo de una vez que estaba en Egipto en las pirámides. Estábamos grabando una serie de un apneísta, una persona que se sumerge debajo del agua a aguantar determinado tiempo. Estábamos haciendo un reality-serie sobre un campeón de apnea italiano. La cuestión es que el chabón tenía toda una historia en el Mar Rojo, por eso estábamos ahí. Habíamos ido ahí para tener al chabón ahí medio meditando con las pirámides de fondo. Estábamos grabando y obviamente no teníamos los permisos. De casualidad habíamos estado dos días con las cámaras en la frontera, no nos dejaban pasar, no nos querían dejar entrar al país. Los productores estaban como locos. Imaginate: estás gastando plata todos los días sin poder generar material. ¡Es como el infierno del productor! Después de dos días nos dejan pasar las cámaras, pero necesitábamos permiso para grabar en las pirámides. Fuimos así de incógnito, además eran cámaras medio grandecitas, se veían. Entonces nos hacíamos los que estábamos grabando como un video de recién casados. Estábamos haciendo las imágenes, el chabón sin camisa, mostrando toda su musculatura, meditando con la pirámide de fondo. Finalmente la policía nos termina agarrando, nos llevan a la garita y yo no tengo mejor idea que apoyar la cámara sobre el escritorio, sin fijarme que la apoyo justamente arriba del Corán. Me empieza a gritar y yo no entendía nada ni sacaba la cámara hasta que me di cuenta que había apoyado la cámara y empecé a decir “¡Perdón, perdón!”. Nada, yo pensé que en ese momento primero me cortaban los brazos y después me tiraban a un volquete. Son bravos. Te estás metiendo con su dios, para los que son realmente devotos no son cosas para estar haciendo. “Encima que estás grabando de querusa en las pirámides, ¿me hacés esto? ¡Te voy a desplumar, argentino!”.

¿Cómo es trabajar con músicos para vos? A veces podemos ser bastante insoportables, obsesivos…

Son personajes de los que uno aprende mucho, pero ¿quién es fácil? Ya después de cierta época somos todos jodidos. La verdad es que para empezar, [los músicos] cumplen con el requisito que mueve mi profesión, que es gente con pasión que ama lo que hace y que a pesar de, lo sigue haciendo. Eso ya me atrapa, y después de mucho tiempo de hacerlo me sigue cautivando. Tal vez antes era desde un lugar mucho más idílico y con el tiempo obviamente eso fue mutando, pero la atracción sigue estando y la admiración por esa gente que hace lo que hace porque necesita hacerlo, porque si no siente que no respira, eso siempre es cautivante. Por otro lado yo también tengo una personalidad que es muy de escuchar más que de hablar y entonces creo que eso también hace que nos llevemos bien. El músico es más hacia afuera, ya sea a través de su instrumento o por su personalidad pero siempre es una persona que está destinada a dar, a mostrar, a exponerse y en ese sentido mi personalidad es más de esponja. Entonces hay algo ahí que funciona y que hace que nos llevemos bien. Yo también soy bastante obse a mi manera, no tanto tal vez en la grabación, pero si en la edición que es el punto final. Y ahí es donde yo me suelo encontrar con los músicos, donde realmente la obsesión se magnifica y tiene su razón de ser. Yo también me reconozco así. Entonces los comprendo, está esa empatía y nos llevamos bien, creo que nos llevamos bien.

¿Cómo empezaste a trabajar con grupos de tango?

De casualidad vengo de viaje muy trascendental para mí, había estado viviendo por primera vez un año afuera de Argentina. Como a la semana caigo a uno de los primeros ensayos de Astillero con arreglos sin concluir de “Variación”, de “Marfil”, primeras pasadas de “Chiru”. Éramos dos o tres personas y yo en la Casa del Tango escuchando a Astillero, que todavía no tenía nombre, tocando esos temas ya en forma de sexteto, año 2005. A mí me explotó la cabeza. Fue una de esas noches en la que no dormís porque tenés que tomar una decisión. Yo en realidad me iba a ir de viaje de vuelta, había vuelto a Buenos Aires para ver cómo estaba todo, para estudiar un poco de idiomas y aceitarme un poco de más herramientas para seguir viajando. Eso era lo que quería hacer en ese momento de la vida, y de repente me choco contra esa fuerza prácticamente sobrehumana que me pasaba por encima y me decía “Bueno, ¿qué vas a hacer con esto? ¿Te vas a hacer cargo? ¿No te pasa nada?”. Es como una chica que te gusta y de repente… ¿qué vas a hacer? Digamos: hay algo que te apasiona tanto que de pronto te descoloca, te saca de tus planes, te fuerza a tomar una decisión contraria a lo que ya habías decidido. Y ahí fue cuando me compré la cámara. Yo en ese momento no tenía equipo. Empezó así como una pulsión de tener que ser parte de eso de alguna manera, no sé tocar nada pero de alguna manera tengo que participar. Fue sentir que pasaba un tren, viste. ¿Lo vas a dejar pasar o te subís? No, pero yo me iba a tomar un avión, ¡no quería un tren! Ya tenía los pasajes para irme a Rusia. No, bueno, no me fui a Rusia. Me iba a hacer el tren transiberiano pero no, me compre la cámara y me puse a grabar sin saber por qué.

Bueno, y después el resto es historia, porque hiciste un montón de cosas y empezaste a trabajar con otros grupos también…

Si, hasta conocí a mi mujer y tengo dos hijos. Gracias a ese tren que pasó y me subí.

Hablemos un poco de los documentales Un disparo en la noche vol. I y II. Son dos propuestas muy distintas, ¿cómo viviste el proceso de cada uno?

De manera muy distinta. El primero fue un documental mucho más pensado, de sus alcances, de su forma, de dónde iba a empezar y dónde iba a terminar. Terminó siendo un poco más grande de lo que pensaba pero estaba dentro de lo que más o menos me podía imaginar que iba a poder hacer. Además, los tiempos fueron mucho más cortos en el primero. Un disparo I fue más un “cómo se graba un disco” de una orquesta típica en un día, y contar un poco el panorama. Y ya que estaba con esos monos y monas, contar un poco de qué la iba lo que estaba pasando. Pero fue eso, una película mucho más manejable, más ordenable. Me costó obviamente porque era la primera que empezaba y terminaba. Si bien la tenía mucho más pensada igual son horas, horas y horas de edición. Tenía mucho material, muchas entrevistas. Comprimir todo eso tuvo su complejidad y lo trabajé casi todo solo. Me vino a ayudar un amigo en la grabación en ION con una segunda cámara y en las entrevistas, pero fue un proceso mucho más reducido que en la segunda. En realidad no pensaba hacer la segunda película, pero apareció un subsidio.

¡Menos mal que la hiciste, menos mal que apareció el subsidio!

Sí, no la pensaba hacer porque no sabía cómo contar de vuelta algo muy similar. El punto de partida era el mismo, había muchos protagonistas que se repetían, la música también tenía el mismo origen. Entonces, ¿cómo contar una segunda película y no repetirme? Esa fue la búsqueda constante de la segunda película: buscar hacer otra película, más allá de que se llame Un disparo II, porque no se me ocurren buenos títulos.

Pero está bueno porque le da una continuidad…

Si, cuando estaba con el distribuidor hicimos una campaña de distribución y él me decía “¿Por qué no le pones otro nombre?”. Y yo le dije “No, porque así se sabe que hay un Disparo I y la gente va a ir a buscarlo”. Esa fue la idea. Fue una película mucho más larga, atravesada también por mi separación, que esas cosas siempre hacen que lo demás pase a un segundo plano. Además yo no vivo Buenos Aires. Eso también hace que trabaje muchas cosas solo y tal vez viviendo en Capital podría haber trabajado algunas cosas más en equipo. Siempre hay que formar equipos de trabajo. ¡Formen equipos de trabajo! Para Un disparo en la noche II fue fundamental hacerlo. Fue la manera que se me ocurrió para no repetirme. Si armás un equipo de trabajo todos van a tener opiniones y entonces si o si va a salir algo distinto. Fue ahí que nos juntamos primero con Juan Serén. Cuando surge la posibilidad de hacer la segunda película lo primero que yo quería hacer era salir de las casas y del estudio lo máximo posible. Como era una película que sí o sí iba a tener muchas entrevistas, quería que fueran en la calle. Y para hacerlas necesitaba a alguien que pudiera llegar de otra manera a los músicos. Había muchos músicos a los que yo ya había entrevistado entonces necesitaba a alguien más, una persona que entre desde adentro. Juan se copa enseguida y ahí empezamos a armar el grupo de trabajo.

Bueno, pero necesitabas un par de soldados en la Capital…

Sí, te tenés que juntar con gente que te pueda decir la posta, ¿viste? No con gente que sea condescendiente. Gente con la que tengas confianza que te puedan decir sí, no, bueno, malo, negro, blanco, gris. Que te diga lo que siente, siempre con respeto el trato pero real. Si no te podés decir las cosas no podés trabajar en equipo. Entonces formamos un grupo así, muy honesto, directo y buena onda y empezamos a pensar la película que igual llevó mucho tiempo por estas cuestiones personales que te digo, por mi distancia con Buenos Aires y porque terminó siendo una película grande para tener un bajísimo presupuesto. Para mí, el gran aporte de la película es Juan Serén. Pienso que los textos que él armó dentro de la película le dan mucho vuelo, le dan mucha profundidad.

¡Si! La peli tiene una narrativa y un guión muy llevaderos…

Si, además con Juan pudimos laburar de esa manera, “Che no, esto es demasiado, fíjate esa palabra, tal o cual” y etcétera, y poder trabajar así es hermoso, corriéndonos del ego todos. “Dale, vamos ahí pero vas a tener que cambiar los textos. Esos textos con los que te quemaste la cabeza escribiendo dos días. ¿Sabés qué? No sirven. No funcionan con esto.” “Bueno escribo otros.” ¡Guau! Es genial poder laburar así y aceptar que el otro te está diciendo que quizás lo que a vos te costó un montón, y como te costó un montón lo querés sostener, no funciona. Vos no sabes la cantidad de textos que escribió Juan. ¡Nos podría linchar Serén! Pero bueno, creo que todavía nos quiere. Así que laburarlo en equipo fue fundamental.

Y te cuento algo más: en un momento empecé a tener muchas devoluciones de la película de gente que había vuelto a tocar, a agarrar las partituras, a emocionarse con la música a partir de verla. Y eso ya está, ya justifica todo. Todas las horas de laburo, las tribulaciones, no saber de qué manera cerramos esta película, la cajoneada por meses. Son proyectos largos, este empezó en 2015 y termino en 2019. Son cuatro años prácticamente lo que duró el proyecto. Son muchas dudas en el camino y muchas horas de trabajo también. Cuando terminamos la película por fin y empezó a pasar esa devolución fue increíble. Fue eso que vos decís “que suerte que la hicimos”.

Sí, me parece que es un gran aporte y además de que bueno, al tango en general lo escucha muy poca gente y al tango nuevo ni hablar. Somos una minoría que de a poco se va expandiendo así que es genial poder mostrar y dejar un registro. También me parece que dentro del documental está buenísimo el hecho de salir a la calle y justamente no hablar solamente con músicos. Salir de la endogamia y darte cuenta de que la gente no tiene idea, o que quizás si tiene idea, o que el tango es más como una figurita de otra época, o del abuelo, o la radio de otro momento. Para mi ese es el gran aporte, salir a la calle y encontrarte con la gente.

Si, con la gente, con la realidad. Confío plenamente en que la difusión del arte y la cultura es imprescindible para la sociedad y para que vivamos en una mejor sociedad. Para que vivamos en una sociedad menos cargada de odio y más llena de amor, digámoslo cursimente pero como es, para mí. Entonces eso siempre es un como una fuerza más que me ayuda a seguir, que es muy importante comunicar esto que está pasando. Hay que seguir intentando, y bueno, no se enteró nadie, vamos una vez más, que se enteren. Porque es clave para mí eso, tanto del tango como de otro tipo de expresiones, difundir la cultura. Es un lugar de encuentro, de reconocimiento, de empatía, de un montón de cosas que nos potencian como humanos, así que hacia ahí vamos.

Cuando estuviste en África filmaste el documental “Elefante blanco”. ¿Fuiste allá a hacer eso o se dio mientras estabas ahí, cómo fue?

Tengo un primo dementicus que vive en Mallorca y que en 2007 montó una clínica dental en un camión y se fue a atender gente a África, así en plan “vamos a ver qué pasa”. Eso fue creciendo mucho y cuestión que en 2009 me empieza a decir ¿por qué no venís a documentar lo que estamos haciendo? y en 2010 me convence. Yo fui a documentar lo que ellos estaban haciendo, lo que pasó es que me encontré con otra realidad diferente de lo que iba a buscar. Por un lado porque había muchas historias que contar y por otro porque visualmente era una explosión de sabores, y además había toda una trama política que yo no me esperaba. A eso me refiero con el instinto y el vivir el instante presente de una manera fuerte, constante que tiene que tener un videógrafo, para mí, como modo de trabajo. Yo fui a buscar una historia chiquita, más casi un video empresarial de cómo trabaja una ONG y de repente me encontré con una realidad que es inherente a la raza humana. No tiene que ver con la corrupción en África, no, eso pasa acá en Chapadmalal o en Buenos Aires y también en un pequeño poblado al norte de la capital de Senegal. Los intereses creados y el intento de manipular cosas que te den poder son inherentes a la raza humana y bueno, me encontré con un episodio así, que le dio un sustento más grande a lo que yo estaba generando y de alguna manera pudimos contar una película.

Me imagino que la dinámica de filmación de un documental tiene que ser muy distinta a la de una ficción. Filmas mucho más de lo que después dejas ¿cómo es? ¿Qué diferencias hay entre cada una? En una ficción hay algo más comprimido, ¿no?

En una ficción está todo lo más pautado posible porque cada minuto te sale una fortuna. Podes improvisar en alguna toma, en una posición de cámara o cuestión actoral pero todo lo demás está muy cronometrado. ¿Tenemos dos horas para esta escena? Bueno, en dos horas tiene que salir porque hoy hay que hacer estas tres páginas de guion, y si no, no llegamos porque se nos acaba la plata y fin. En cambio, el documental tiene esa laxitud de un equipo mucho más reducido en el que el costo por minuto es muy inferior y debe serlo porque vas a grabar muchos más minutos que en la ficción. El problema de eso tiene que ver con, de vuelta, estar muy presente, porque las cosas más ricas suceden cuando menos lo esperas. Entonces hay que estar muy atento. ¡La cámara caliente siempre!, porque pueden pasar cosas. Ese es el tema. Muchas veces vos no estás buscando eso y de repente pasó algo y decís “che no es lo que estaba buscando pero bueno tenés que estar más despierto porque eso estuvo bueno”. Entonces tenés una obligación de estar despierto. Obviamente hay diferentes tipos de documentales que se graban de otra manera, más pautados o cosas más reducidas pero en general en mis casos sucede así, con un formato más de guerrilla, de estar atentos a capturar el momento que nos cuente la esencia de nuestra historia.

¿Quiénes son para vos tus referentes en tu profesión?

Hay gente que me gusta mucho cómo labura, como Jimmy Hendrix, ¿viste? Yo no voy a tocar la guitarra como Hendrix, no sé si es un referente pero es alguien a quien admiro. Pero bueno, hay muchos directores que me encantan cómo trabajan, Jean Pierre Jaunet, Wes Anderson, Scorsese.

¿Disfrutás siendo espectador?

Si, me encanta. Me desconecto totalmente. No suelo serlo, pero me encanta.

Viste que a veces cuesta estar del otro lado, uno está analizando, buscando…

Si, me encanta. Soy más pochoclero. Me gusta que me entretengan, no hace falta que me cambie la vida.

¿La crítica te deprime o te estimula?

La crítica me estimula. Me encanta. ¡Me gustaría más!

¿Método o improvisación?

Y… yo soy bastante metodista, pero lucho por estar despierto también a lo que me da la improvisación, digamos. Soy metodista pero me gusta generar lugares para la improvisación, creo que ahí hay un extra que no siempre aprovecho.

¿Qué buscás?

Hacer sentir. Movilizar. Comunicar. Y esto que te contaba hace un rato de la importancia de difundir la cultura de todas las maneras que podamos. Para salvar al mundo o bueno a la humanidad.

¿Dónde encontrás consuelo?

Y yo tengo mucha suerte, la verdad que tengo una muy buena vida pero obviamente tengo mis bajones y muchas veces el consuelo está en mis hijos, en verlos crecer. Es el consuelo más directo y rápido que tengo constantemente a cualquier bajón. También está en las expresiones artísticas, en la música, no tengo ganas de imaginarme mi vida sin la música. Es siempre un eterno salvavidas, más que cualquier otro arte.

¿Para qué sirve el arte?

Para expresar aquello que no se puede expresar en palabras. Somos seres sociales, necesitamos comunicar y no toda la gente lo sabe hacer hablando. Me parece que comunicarse es algo imprescindible. Algo pasó con toda esta cuestión de la cuarentena y la gente se pone a pensar cuán secundario es el consumo de arte para la sociedad. Siempre te dicen que los consumos primarios son el alimento, la educación, la salud y el arte queda como un lujo, algo que está genial, pero que es secundario, no es algo de consumo básico que necesitemos para sobrevivir, y para mí… ¡minga! Es fundamental no solamente para sobrevivir sino para evolucionar. Si nos desconectamos del arte, de expresarlo o de ser permeables a sus expresiones la humanidad se va a pique. Es fundamental.

¿Crees en el ser humano?

Sí sí, por eso tengo hijos.

¿Qué te aburre?

La gente que se aburre. La gente sin pasión, el automatismo, la falta de empatía, eso me aburre mucho. La incapacidad de mirar para el costado. La desidia, el “no se puede”, la falta de ganas, la falta de pasión, todo eso.

¿Tenés fe?

Religiosamente no, soy más bien de la rama agnóstica. No soy una persona de creer en deidades o en más allás. Digamos, no porque no crea sino porque no sé y no me planteo mucho el problema. Creo mucho en las buenas intenciones, que no siempre salen bien. Pero creo que cualquier tipo de juzgamiento a futuro vendrá por ahí, entonces no me preocupo demasiado en una fe religiosa. Sí creo en el bien, en crear, en ayudar, en potenciar la vida, en evolucionar, en trascender, en ayudar. Nada, supongo que a pesar de todo, creo en el ser humano.

¿Hacia dónde crees que va el mundo?

Es conciencia o muerte. Creo que vamos hacia un lugar de trascender, de evolucionar realmente, que obviamente no va a tener que ver con mejores celulares o 5G. Creo que vamos hacia allá pero que todavía falta muchísimo. No lo vamos a ver, nuestros hijos tampoco y esperemos que queden generaciones para poder verlo. Aunque muchas veces pareciera que estamos recontra cerca, pienso que todavía nos falta para llegar a ese cuello de botella, para que tengamos que decidir si saltamos al precipicio o nos ponemos las pilas o bueno… ¡El panel solar, que la pila contamina!!!

¿Con cuál argentino muerto te tomarías un mate?

Y con Arlt, creo.

¡Ahh mirá! Uno de mis favoritos

Sí, me reconozco mucho en sus textos, me divierto mucho. Me hubiese encantado. Además es una persona con la que me hubiese gustado trabajar por eso que te hablaba de la honestidad, de la forma directa de laburo, sin pelos en la lengua pero con respeto. A mí decime lo que quieras pero decímelo bien.

Si, además era un laburante Arlt

Si, era un laburante y un chabón que vivió un montón de cosas. De arriba, de abajo, del medio, del costado. Un tipo con mucha vida y muy joven. Se murió a los 40, 42. Bueno, me encantaría tomarme un mate con él.